'Apatrullando en Ibiza': "Aquí tienes toda la droga del mundo"

El problema de la vivienda, los taxis piratas, el lujo, la fiesta nonstop y las drogas, en el programa de LaSexta

Zazza, en sa Joveria

Zazza, en sa Joveria / LaSexta

Marta Torres Molina

Marta Torres Molina

“Yo no sé nada”. “No quiero hablar”. Los habitantes de las caravanas de sa Joveria desaparecen en cuanto ven a Zazza ‘El italiano’ acercarse con las cámaras de ‘Apatrullando’, el programa de La Sexta que ayer emitió su capítulo grabado en Ibiza hace unas semanas. Alrededor de 90 minutos en los que el youtuber y el reportero Jalis de la Serna recorren la isla intentando mostrar sus dos caras más conocidas en estos momentos: la fiesta y la falta de vivienda.

El programa comienza con la fiesta. En el aeropuerto. Música de Lokomía, carteles de discotecas y grupos que vienen para divertirse. “Pacha, Amnesia, gastar lo mínimo posible, pero mil pavos en dos días”, afirma el portavoz de uno de los grupos. “Esto es más caro que el azafrán”, comenta otro. “Vamos a hacer mucho yoga, bucear en las aguas, comer bien y conocer gente asombrosa”, apuntan tres recién llegados de Pakistán. Estados Unidos y Dubái. “Toda la publicidad es de discotecas”, “toda la gente viene con la idea de ir a las discotecas”, relata el periodista mientras sale de la terminar, donde se encuentra con una italiana que confía en acabar trabajando como bailarina en Hï. “La gente viene con dinero, con ganas de gastárselo, vienen por la fiesta”, le dicen unos taxistas que aguardan clientes.

“Aquí hay fiesta desde que aterrizas hasta que te vas”, continúa el reportero, de visita en Sant Antoni, donde despide a unas chicas de despedida de soltera que se adentran en un partyboat: “Son 50 euros por persona y entran dos consumiciones, dos sangrías”, explican mientras De la Serna se dirige a ses Variades, donde se encuentra con el hijo del propietario de Café del Mar, que explica que se puedan dar cita en la zona cada atardecer unas “3.000 o 4.000 personas” y que en el local pueden llegar a cobrar 120 euros de consumición mínima por una mesa en la primera línea de la terraza. “Mira el sitio en el que estamos, hay que pagarlo”, indica una turista de Granada. “Comemos, bebemos, hay buenos precios, vemos la puesta de sol”, apunta otra de Panamá.

El heredero habla del personal, hasta 70 personas llegan a tener contratadas en plena temporada. Los camareros cobran 2.050 euros brutos y con las propinas pueden ganar “3.000 y pico al mes, mínimo”, a pesar de lo cual no se libran de los problemas para conseguir una vivienda: “Aquí la vida está muy cara”. De hecho, según relata el empresario, algunos de los trabajadores están viviendo “cuatro en una habitación”, en un hostal, o en caravanas: “Les buscamos vivienda, porque tenemos contactos, pero a todos no se puede”.

Caravanas y chabolas: “Que hacienda vaya casa por casa”

“Increíble lo que acabamos de documentar”, comenta Zazza junto al disuasorio de sa Joveria, donde se acumulan caravanas. Una situación de la que Diario de Ibiza lleva meses haciéndose eco. “Es brutal el contraste porque está muy pegado a la ciudad”, indica entrando en el descampado, donde todo el mundo le huye hasta que da con un chico, jardinero, que vive en una caravana minúscula con su tío (mecánico) y su tía (empleada de hotel). “Comparto cama con mi tía”, explica mostrándole el habitáculo. No responde cuando el italiano le comenta que no ve el baño. “Pagamos el gimnasio para ducharnos”, indica el joven, que explica que pagan un alquiler de cien euros por la caravana a un hombre que se dedica a ello. “No le voy a nombrar”, responde cuando le da más datos.

Zazza, en sa Joveria

Zazza, en sa Joveria / LaSexta

“Estás siempre en barrios chungos, ¿qué haces aquí?”, le gritan a Zazza unos sujetos que se dedican, precisamente al alquiler de caravanas, algo que, defiende, “no es especulación” porque cobran “menos de 300 euros”. “Aquí lo que está chunga es la situación”, se justifica el experto en deambular por zonas conflictivas de las ciudades, que visita un piso compartido: “Tienes que pagar todo de golpe, 16.000 o 18.000 euros”. Tras eso, visita algunos de los asentamientos de chabolas, caravanas, tiendas de campaña y hasta coches que en los últimos meses ha ido publicando Diario de Ibiza.

Habla con un cocinero que vive en un coche. Le explica que como mide 1.90 metros para dormir tiene que tumbarse “en diagonal”, le muestra su váter (una bolsa con serrín), una bomba de la que sale agua para ducharse, un hornillo y una estructura solar casera sobre el techo del vehículo para poder cargar el móvil. Trabajando a jornada completa y haciendo bolos como chef privado asegura que se puede llegar a ganar 4.000 euros al mes en Eivissa en temporada. Su propuesta para acabar con el problema de la vivienda y el alquiler turístico: “Que Hacienda vaya casa por casa y vaya poniendo multas de 40.000 euros”.

Visita al albergue ilegal de Jesús: “No tengo que dar explicaciones”

Zazza se acerca a las inmediaciones del albergue ilegal de Jesús, destapado por este diario hace unos meses. Espera a que salga uno de los inquilinos, que le explica que vio el anuncio en Booking. Llama a la puerta, donde le recibe un chico italiano que le dice que está “de vacaciones”. “He visto cuatro personas alrededor de una mesa”, afirma el italiano, que habla con uno de los vecinos de la zona: “Hay ocho o diez personas, funciona desde hace años y hay una mezcla de turistas y trabajadores de temporada”. Zazza hace cuentas: “Si hay diez personas gana 10.000 euros a la semana, al mes son 40.000, si la multa es de 30.000 te sale a cuenta”. Llama al teléfono de contacto del albergue. Quien contesta, con acento suramericano, se molesta: “Esto esuna casa dehuéspedes para larga estancia. No entiendo por qué tengo que dar explicaciones”. Y cuelga.

De ahí pasa a otro asentamiento, donde encuentra a una familia en una caravana a suya puerta se asoma una niña. Es de noche y su padre avisa a Zazza: “A estas horas hay mucha gente trabajando, lo vas a tener difícil”. Al lado encuentra a un marinero de Granada que se ha ido componiendo una infravivienda con palets en una furgoneta y tirando de creatividad. Víctima de la vivienda —“pagar 1.400 euros es abusivo”— y, al mismo tiempo, con la intención de sacar provecho de ella: “Si me voy al barco, la idea es alquilar la furgo”, comenta. “Economía pasiva”, indica.

En su recorrido se topa también con dos chicos de Málaga recién llegados a la isla para trabajar en la hostelería. Llevan dos semanas viviendo en una furgoneta por la que pagan 700 euros al mes. “Al que se la alquilamos nos dijo que tenía tres”, señalan los malagueños, que insisten en que prefieren eso a pagar “1.300 euros por una habitación compartida”.

“Ni los policías quieren un destino como Ibiza porque no tienen donde vivir”, reflexiona en italiano.

“En temporada alta, hay más de mil alquileres diarios de barcos”

No sabe cuánto dinero gastará en el día y tampoco le preocupa. Sólo sabe que comerá langosta. Es lo que afirma un italiano a punto de partir en yate desde el puerto Marina Botafoch. “En temporada alta hay más de mil alquileres diarios de barcos. No tenemos suficientes amarres para todo lo que nos piden”, comenta un empleado del puerto deportivo, que visita Natalia, una mujer que se dedica al alquiler turístico y a la que muestran un barco “a estrenar”. Sus clientes, los que alquilan las villas, “necesitan de otros servicios”.

Reportero y gestora de mansiones se dirigen “a una de las villas más exclusivas de Ibiza”: 120.000 euros una semana en temporada alta. El dueño es de Austria y el alquiler más rentable fue “de un mes entero, por 400.000 euros”. Natalia explica que cobra mil euros a la semana a sus clientes, para los que tiene disponibilidad absoluta las 24 horas del día. Asegura que en ese mundo de las mansiones de ultralujo los “house manager” y los limpiadores son los profesionales “más demandados”. “Son las estrellas”, indica, junto con los cocineros.

Jalis de la Serna, con el chef privado

Jalis de la Serna, con el chef privado / LaSexta

“Los clientes de las villas llaman y te dicen queremos desayunar, comer y cenar esto”, comenta un chef privado mientras prepara varios arroces en paellas enormes para la fiesta de inauguración de otra villa. Entre sus clientes se cuentan empresarios, futbolistas… Muchos famosos de los que no da nombres: “Para mis clientes la privacidad es muy importante, por eso estoy donde estoy”, indica el cocinero, que recuerda cómo muchos de sus profesores le dijeron en la adolescencia que no encontraría “un buen trabajo” por los tatuajes. “Ahora estoy en la élite”, apunta. Entre sus clientes, millonarios pero también “gente batallera”. “Esta isla no funcionaría sin el turismo de batalla”, asegura.

Visita a sa Penya: “Un poco más y me disparas”

“Vamos en busca de las casas más baratas de Ibiza”, afirma Zazza paseando por el puerto de Ibiza. “No os desconcentréis”, comenta cuando la cámara, en una machistada de manual, sigue a una exuberante mujer que pasea por el puerto. “Apartamentos por 90 y 175 euros”, afirma accediendo a sa Penya, “uno de los barrios más antiguos y, al mismo tiempo, más problemáticos”. “No hay nadie, ¿dónde está todo el mundo?”, comenta mientras se dirige al encuentro del concejal de Urbanismo, Juan Flores, que le muestra las viviendas reformadas que se ofrecen a policías nacionales. “Son los más afortunados de Ibiza”, afirma el italiano, a quien parecen encantarle los apartamentos. El concejal reconoce la conflictividad del barrio, pero echa balones fuera y apunta a otros municipios: “No es un problema de sa Penya, vete a Platja d’en Bossa”.

Zazza, en sa Penya

Zazza, en sa Penya / LaSexta

El youtuber, al que llaman desde los balcones, saludan y con el que no pocos vecinos de etnia gitana piden fotos. “Aquí se vive de puta madre, es más la fama”, afirma uno, que le advierte de que hay zonas por las que no se puede mover. Le obligan a apagar la cámara unos instantes, tras lo que se vive uno de los momentos más tensos del reportaje. Un joven se acerca gritando: “¿Qué pasa ahí? ¿pasa algo?”. “Un poco más y me tiras la piedra y me disparas”, le contesta el italiano tras explicarle que están haciendo un reportaje y antes de comprobar lo que afirma que se “imaginaba”. Un piso completamente preparado para una plantación de maría. Caben “320 plantas”, según confiesa el responsable de la plantación, con la voz distorsionada, que añade que vende “a guiris, a turistas”, por lo que obtiene 5.000 euros al mes.

Platja d’en Bossa: “Aquí vale una copa lo que en Almería cinco”

Jalis de la Serna parecer hacer caso a Flores. Se planta en Platja d’en Bossa para meterse de lleno en la archiconocida fiesta de Ibiza. No lo consigue en las dos principales discotecas de la zona, Ushuaïa y Hï, donde se queda a las puertas hablando con los clientes. “Aquí vale una copa lo que en Almería cinco”, afirma una de ellas. Una valenciana explica que ha pagado “95 euros por cinco copas”. “60 euros la entrada y la copa no está incluida”, continúan. “He pagado 120 euros por las dos entradas. Y 49 euros por dos aguas y un gintónic”, afirma un brasileño que cruza la calle para ir de una discoteca a otra.

El reportero hace cuentas: “El aforo es de 5.600 personas, si se llena y todas pagan 60 euros imaginen el dinero que hacen. Y sin consumición”. De la Serna se dirige a otro local de la zona —“a ver si podemos grabar dentro”—, donde sí le dejan. Son la 1.15 horas de la mañana y hay cola en la puerta. El local está hasta los topes y uno de los clientes afirma que ha pagado 500 euros por entrar a la zona más exclusiva. Sentarse en una de las mesas cuesta 600 euros, 800 o 900 con champán. “El público viene tres días y no se ponen límites”, afirma una de las trabajadoras. El dj asegura que gana entre 6.000 y 10.000 euros a la semana entre su trabajo en Ibiza y en Dubái.

Sant Antoni: “Aquí tienes toda la droga del mundo”

Ya de madrugada, el reportero abandona Platja d’en Bossa rumbo a Sant Antoni: “Una zona de discoteca con un ambiente más de extranjeros, low cost”. Las cámaras se dirigen rápidamente a “la droga de moda”, el gas de la risa. “¿Amigo? ¿Vende gas?”, repite el periodista persiguiendo a varios de los vendedores de gas de la risa, que llenan los globos en mitad de la calle, a la vista de todo el mundo. Ninguno le contesta. Todos huyen de él. “Aquí tienes toda la droga del mundo. Lo tomas y te vas al paraíso directamente”, le explica un turista mientras uno de sus amigos está en pleno aspirado de un globo de color rosa a las puertas de una de las discotecas de la localidad.

Un chico toma gas de la risa en un globo

Un chico toma gas de la risa en un globo / LaSexta

Es la fiesta del agua y aprovecha para hablar con las gogós: “Vida de gogó, trabajamos día y noche. La mayoría tenemos tres trabajos: en un beach club, luego en un dinner show y ya de madrugada en la discoteca. En un mes bueno puedes ganar 6.000 euros, pero sin parar”. Se acaba la noche y la fiesta sigue: “Cierran las discotecas y llega la hora de los after, afirma el periodista.

‘Afters’ ilegales y taxis piratas

De buscar estas fiestas clandestinas se ocupa el italiano, que decide hacer uso, también, de los taxis piratas. “En redes sociales puedes encontrar muchos”, indica llamando a uno, que le recoge. No sin llevarse un susto. Según le explica, al verle ha pensado que era un policía: “Es la primera temporada que lo hago, saco unos 6.000 o 7.000 euros al mes”. El joven, que confiesa que tiene dos vehículos para que no le pille la policía, detalla que trabaja mucho con escorts que van a hoteles de lujo.

Y a fiestas privadas, como a la que se dirige Zazza: “En un grupo de whatsapp das tu nombre y te dan una posición. La gente llega a un punto y ahí llegan los drivers, que te recogen y te dejan en la villa, que suele ser alquilada”. Aunque le cuesta, finalmente encuentra la casa, en mitad del campo: “Se escucha música”. Cuando llega, el organizador de la fiesta, en la que hay unas 200 personas, le abre la puerta, pero no le permite entrar: “Estás invitado a venir de fiesta, pero no a grabar”.