Opinión | Tribuna

La singularidad de Cataluña

Qué ganas de alimentar a la bestia. Además, la bestia es insaciable y lo quiere todo para ella. Eso de la financiación singular para Cataluña no es un invento de Chiqui Montero, ni siquiera del jefe supremo, Pedro Sánchez. Eso de la financiación singular para Cataluña es un mantra que Salvador Illa, primer secretario del PSC, repite para creérselo y hacérselo creer al conjunto de partidos como ERC, cuyos votos necesita para salir investido, mientras embisten al resto de comunidades autónomas, con un agravio que acabará pasando factura al Gobierno.

Cierto que Illa no habla por sí mismo, lo hace en nombre del Gobierno de España que es quien corta el bacalao, quien maneja los tiempos en el BOE. Y si Illa dice que el Gobierno de España, liderado por el PSOE, quiere dar una respuesta a la dichosa singularidad de Cataluña en materia de financiación, eso quiere decir que sigue instrucciones del alto mando socialista. Y, claro, ERC ha visto la puerta abierta para reclamar todo lo reclamable y un poco más en materia de financiación, a cambio de su apoyo.

Parece ser que el líder del PSC y presidenciable a la Generalitat, sólo contempla una Generalitat de mayoría progresista. No se referirá a Junts. El progresismo en ERC también está por ver. Los «esquerras» tienen de progresistas lo que yo de fraile. Si acaso, se muestran muy progres para reclamar, dinero, competencias, independencia y todas esas cosas que han terminado por aburrirnos a todos. Que Illa diga que Cataluña puede ser la tercera en aportar recursos y la decimocuarta en recibirlos es insultar la inteligencia de todos los españoles, es, repito, alimentar la vieja leyenda que hace tiempo quedó desmontada no sin gran esfuerzo. Cuando aseguraban que Cataluña era el soporte de España. A otro perro con ese hueso.

Y a mí que Illa me caía bien, tan modosito durante la campaña electoral hasta el punto de que parecía no haber roto un plato, y en un «pispás» e ha cargado la vajilla. No se puede una fiar de esta progresía en constante almoneda, por un puñado de votos o por mantener calentito el sillón presidencial.

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