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El pueblo que luchó contra La Diosa para dormir tranquilo

Marià Mayans presenta este viernes ‘El dia en que Santa Gertrudis va dir: No!’, a las 20.30 en el Bar Nou. El libro relata el trabajo de la Asociación de Vecinos de Santa Gertrudis para evitar la apertura de la discoteca La Diosa en can Mala Costa, a unos 500 metros de la actual gasolinera del pueblo, en el año 2002.

Marià Mayans, en el Institut d’Estudis Eivissencs.

Marià Mayans, en el Institut d’Estudis Eivissencs. / Marcelo Sastre

Estela Torres Kurylo

Estela Torres Kurylo

En 2002 los vecinos de Santa Gertrudis se unieron para luchar contra la apertura de una «macrodiscoteca» en la finca de can Mala Costa, en las instalaciones que actualmente albergan una tienda de moda y decoración, que está a 500 metros de la estación de servicio del pueblo. Su motivación fue seguir disfrutando de la tranquilidad de la zona y conocer que se pretendía iniciar una actividad para la que no había permiso. La misión costó muchos «dolores de cabeza», que implicaron la recogida de firmas, la organización de protestas y muchas llamadas a la policía para denunciar las fiestas que se llegaron a celebrar. Finalmente, los vecinos terminaron presentando dos recursos contencioso-administrativos contra el Ayuntamiento de Santa Eulària y la Justicia acabó dándoles la razón varios años después.

Concentración contra la discoteca en Santa Gertrudis en 2003. | MARCELO SASTRE

Concentración contra la discoteca en Santa Gertrudis en 2003. / J. A. Riera

Con el objetivo de agradecer a quienes se involucraron en esta lucha, y como advertencia para que algo similar no vuelva a ocurrir en la localidad, Marià Mayans, presidente del Institut d’Estudis Eivissencs, ha escrito el libro ‘El dia que Santa Gertrudis va dir: NO!’, que se presenta este viernes a las 20.30 horas en el Bar Nou del pueblo.

No rotundo a La Diosa

El mismo viernes también se cumplen 21 años de la protesta de unas 300 personas en la plaza de Santa Gertrudis contra la apertura de la discoteca La Diosa, en el recinto que antes albergó el restaurante ‘Hoe Down’. En el establecimiento empezaron a realizarse obras después de que Aníbal Mathis, un abogado y empresario argentino del ocio nocturno, y su socio lo alquilasen con opción de compra en junio de 2002, y se supo que pretendían construir «la mejor y más grande discoteca de Ibiza». «Eran 6.000 metros cuadrados que estaban cerrados con una valla y cualquiera sabe la de gente que se podría haber metido allí», relata Mayans, que además señala que se trata de un espacio que, en aquel año, duplicaba el de la discoteca Privilege, que ha llegado a considerarse «la más grande del mundo» según Guinness World Records.

Cuando empezaron las obras, la Asociación de Vecinos de Santa Gertrudis reunió más de 1.700 firmas para impedir que Mathis cumpliera su objetivo, y solicitó al Ayuntamiento el precinto de las obras, que no contaban con los permisos pertinentes. Sin embargo, estas continuaron y a los pocos meses el recinto empezó a organizar fiestas privadas, que acabaron abriendo para todo el público.

A pesar de haber contado con el apoyo del Ayuntamiento y del Consell en un principio, como relata el libro, su postura cambió tras las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2003 y permitieron el funcionamiento de la discoteca. En la concentración que se celebró en Santa Gertrudis, los vecinos criticaron la actitud «pasiva y tolerante» del Ayuntamiento de Santa Eulària con la empresa promotora.

«Es una muestra de lo que pasa en Ibiza habitualmente. Una industria o una actividad que no hace ninguna falta y que nadie quiere, y sin saber por qué, llegan unos empresarios y con la complicidad el Ayuntamiento y del Consell, reciben ayuda para que eso salga adelante», expone Mayans.

La Diosa llegó a funcionar durante tres veranos: «Era una discoteca camuflada como un restaurante, y estaba claro, porque abría hasta las seis de la mañana», afirma el autor, que cuenta que el diario El País llegó a publicar un artículo sobre la discoteca: «Ibiza, la isla sin límites», en el que describía La Diosa como un «local cool», en el que la entrada costaba 20 euros.

Una realidad de antes y ahora

En el tiempo en el que estuvo abierta La Diosa, Mayans cuenta que circulaban muchos coches «entre las seis y siete de la mañana. Había gente caminando por la carretera, drogas de por medio...». Por este motivo, al comprobar que la vía política no funcionaba, los vecinos optaron por la judicial. Pusieron dos contenciosos, contra la actividad y contra las obras, y las sentencias declararon que «eran completamente ilegales». Al final, el esfuerzo de los vecinos logró que los propietarios se marchasen. Su victoria demuestra que «las asociaciones tienen que estar y ser activas», según Mayans, que considera que su función se conoce más cuando hay situaciones como la que los ciudadanos de Santa Gertrudis afrontaron.

El libro que se presenta relata unos hechos que tuvieron lugar hace más de 20 años, pero que son aplicables «hoy, mañana y pasado mañana. Porque cada día lloverán estas cosas», señala Mayans. El autor invita a pensar en la situación que atraviesa actualmente la isla: «El límite lo pasamos hace tiempo y cuanto más pase, será peor», apunta, y destaca: «En Ibiza nunca se había visto el chabolismo... Y ahora hay un montón de barrios. Hay gente que tiene un trabajo y no puede alquilar un piso. Se tienen que poner normas para que la cosa funcione».

Para Mayans es «importante que los políticos ayuden y hagan políticas y leyes que limiten» aquellas actividades que «la gente ni necesita ni quiere». Con el libro, proclama la importancia de dejar constancia: «Porque las cosas se olvidan y hay que demostrar que cuando crees que tienes razón, muchas veces te la acaban dando».

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