Entrevista | Mar López Pediatra y divulgadora

Mar López, pediatra y divulgadora: «Hay que llamar a los genitales por su nombre, nada de pilila y cotorrita»

La doctora mallorquina está especializada en pediatría social, maltrato y abuso sexual infantil, tiene más de un millón de seguidores en redes sociales y acaba de publicar ‘El monstruo de los abrazos’ para enseñar a los niños a poner límites.

La pediatra Mar López, autora del didáctico cuento infantil ‘El monstruo de los abrazos’.

La pediatra Mar López, autora del didáctico cuento infantil ‘El monstruo de los abrazos’. / DM

Si en teoría los besos y abrazos son buenos, ¿cómo explicamos a un niño que a veces no?

A los niños realmente no habría que explicarles nada porque están perfectamente conectados con lo que les apetece y con lo que no, con sus emociones. Somos los adultos los que estamos desconectados de nuestras emociones y nos guiamos por cómo nos educaron a nosotros. Nos decían: «Hay que dar un beso a la vecina, un abrazo a los abuelos, no te enfades...» Y por eso tenemos la duda de si nuestros hijos sabrán que son buenos pero no tienen que darlos si no les apetece. Además, los besos y abrazos que dan porque quieren son mucho más bonitos.

¿Qué ocurre si les obligamos?

En primer lugar, cuando no les apetece, no se sienten bien. Cuando la obligación es repetida a lo largo del tiempo, acaban desconectando de lo que quieren de verdad por la educación recibida. Al llegar a la adolescencia y jugar a la botella, por poner un ejemplo, a lo mejor a tu hija no le apetecerá pero tiene que quedar bien con los demás. En ese momento de la vida lo importante es el grupo, los amigos, por lo que no sabe si puede defender o no lo que realmente le apetece. Y cuando vaya a la discoteca y le metan mano por debajo de la falda, a lo mejor no actúa contundentemente porque de pequeña le tocaban el pelo u otras partes del cuerpo sin pedirle permiso, como si los niños fuesen propiedad de la sociedad.

Entonces hay que enseñar el «no es no» desde la cuna.

Es recomendable empezar con la educación sexual desde que el niño aprende las partes del cuerpo, que normalmente es sobre los 18 meses. Desde el principio hay que llamar a los genitales por su nombre, vulva y pene, nada de cotorrita y pilila.

¿Por qué?

Porque de este modo le muestras que sus partes íntimas tienen un nombre, como los ojos y las orejas, y que no es nada vergonzoso, sino otra parte más del cuerpo de la que se puede hablar en casa. Si ponemos otros apelativos, parece que cuesta hablar de ello, que lo escondemos o lo abordamos desde un punto de vista distinto. Los niños lo notan. Y cuando sepan que mamá y papá tienen sexo, porque lo sabrán, si no les hablas con naturalidad de ello, si no lo normalizas, pensarán que es algo que se tiene que ocultar. Poco a poco hay que ir introduciéndolo, siempre adaptado a su edad.

El monstruo Achuchones dice a la niña: «Si te regalo un juguete, ¿me darás un abrazo?» ¿Es difícil no caer en el chantaje emocional?

Me parecía muy importante que este tema estuviese en el cuento porque es un reflejo de lo que hace la sociedad. Ocurre muy a menudo en la familia, aunque también con los vecinos o amigos, además de las amenazas en toda regla cuando les dicen «si no me das un beso...» En cuanto a los chantajes ofreciendo algo que el niño quiere mucho, es posible que a cambio consigas un abrazo o lo que sea. Sin embargo, cuando al final se acostumbra a que le chantajeen con el cuerpo, acaba viéndolo normal y no le saltarán las alarmas si un hombre en un parque le ofrece un caramelo a cambio de un beso. Seguramente piensa, «si lo hago con mi abuelo...» Pero puede que con el desconocido la historia acabe mal. Y en la adolescencia, con gente de la misma edad, lo mismo, tal como muestran esas películas totalmente tóxicas que están muy de moda, como la de A través de mi ventana, basada en un libro y en la que un chico le dice a una chica que está sola en un bosque: «Si no me das un beso, no te llevo en coche». Al final se acostumbran a este tipo de chantajes y los ven normales.

Muchos padres dan el móvil al bebé en lugar de abrazos.

Pese a que lo que más necesita un niño para un buen desarrollo es la interacción humana. Aprenden de nosotros y del tiempo de calidad que les damos. Las pantallas tienen un montón de consecuencias, sobre todo los tres primeros años de vida. Y a partir de esa edad también es muy perjudicial que estén más de una hora al día con ellas. Afectan al lenguaje, la capacidad de atención, la agresividad, la autorregulación de las emociones, la obesidad, la miopía e incluso cuando dibujan, porque lo hacen con menos detalles y muy básicos, según un estudio. Realmente los niños lo que más quieren es estar con nosotros, por lo que si miran pantallas, lo mejor es hacerlo en familia y comentando lo que estamos viendo.

¿Le llaman exagerada cuando explica todos estos consejos?

Siempre hay alguien para quien te quedas corta y otras personas que te consideran una exagerada. La conclusión que saco como madre y lo que recomiendo es aplicar lo que creas que está bien. Solo si te sientes bien contigo misma y lo que haces, estarás tranquila, si sientes que no estás siendo demasiado estricta ni muy laxa, diga lo que diga el resto. La familia y allegados terminarán entendiéndolo, aunque al principio no compartan tu manera de criar. Y si no lo entienden, es su problema.

Volviendo a la prevención de abusos infantiles, ¿qué consejos da a los padres?

Lo primero, hablar en casa sobre educación sexual con normalidad, adaptándonos a cada edad, y así cuando tengan dudas o problemas, nos lo contarán. Y si ocurre esto, aunque no sea bueno, no hay que reñir sin saber por qué ha sucedido. Por ejemplo, si cuenta que ha hecho pipí en el patio del colegio y no ha ido al baño, hay que averiguar el motivo. Si simplemente le regañas, la próxima vez no te lo contará. Hay que preguntarle, intentar buscar una solución, que sienta que estás intentando ayudarle.

Impactan los datos de la parte final del libro, dirigida a los padres, donde se dice entre otras cosas que el 80% de los abusadores forma parte del entorno de confianza. ¿Cómo detectarlo?

El abusador casi siempre es un hombre, pero no existe un perfil psicológico determinado. Algunas pistas que nos tendrían que hacer sospechar pueden ser cuando un niño no quiere estar con alguien concreto, tiene problemas para dormir, pesadillas, ansiedad por separación de los padres, comienza a hacer posturas sexuales que no son propias de su edad y hablar de sexo de forma adulta o se vuelve a hacer pis en la cama.

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