La diversión de vivir en una caravana

Las vacaciones de mi infancia las pasé viajando en caravana. A mis padres les encantaba esa manera de conocer mundo y, además, creo que con tres niñas era una de las opciones más económicas para poder disfrutar de los días libres fuera de casa. Pagar un apartamento en primera línea de playa o coger un avión a cualquier lugar se salía de presupuesto. Trazar un plan de viaje, conducir con la caravana y plantarse en un camping o zona acondicionada para acampar costaba bastante menos y además, nos permitía alargar las vacaciones por más tiempo y movernos de un sitio a otro. Yo lo recuerdo con añoranza. Me encantaban esos veranos infinitos de conocer gente y acumular experiencias. Luego llegó la adolescencia y como ya no queríamos viajar con ellos y apenas la utilizaban, acabaron vendiéndola.

Cuando uno es pequeño viajar o vivir una temporada en estos vehículos es toda una aventura. Da igual el motivo por el que se haga. Esto me venía a la mente al leer la historia de Vitor, un italiano que se ha mudado recientemente a Ibiza con su familia y que vive en la zona de caravanas de Botafoc. Tomaron la decisión de mudarse y esta ha sido la única opción para empezar. Su intención cuando acabe la temporada es vender el vehículo y buscar una casa. Muy a pesar de su hijo, que ahora está encantado.

Vivir así deja de ser divertido si se convierte en una obligación. Si tienes que estar entre esas cuatro paredes verano e invierno. Si, a pesar de trabajar todo el año y tener un sueldo decente, no consigues encontrar una casa en la que vivir con tu mujer y tus hijos que puedas pagar.

La situación a la que se ha llegado en Ibiza no tiene gracia ninguna. Es triste y se aleja de todo aquello que los niños idealizamos cuando nos subimos a una casa con ruedas. La solución no está en poner gálibos ni en prohibir que se instalen en determinados sitios. Este problema tiene un fondo que hace llorar.

Espero que, en octubre, esta familia tenga suerte y encuentre un hogar de verdad en Ibiza.