Opinión | Tribuna

España

«Lamine, Yamal… ¡Cada día te quiero más! Lamine, Lamine… Yamal Yamal». Al ritmo de El Príncipe Gitano, miles de personas acompañaban el miércoles a los hermanos Muñoz, los Estopa, en su particular homenaje a uno de los héroes de la Eurocopa en un atestado Estadi Olímpic de Montjuïc. La victoria es una potente fuente de atracción, ya lo sabemos, pero la comunión que esta versión contracultural y poco ortodoxa de La Roja ha conseguido con gran parte del país era anterior al partido de este domingo ante Inglaterra.

Las pantallas gigantes desde las que seguir el encuentro han proliferado en ciudades insospechadas y las camisetas de la selección han brotado como setas en lugares poco comunes, como las calles de Cataluña o el País Vasco, y entre niños y jóvenes, esos que según cuenta la leyenda cada vez tienen menos interés por el fútbol. Por ello es todavía mayor la proeza de esta selección imberbe que llegó con dudas (periodísticas) a Alemania y que este domingo se ha coronado invicta tras derrotar a cuatro campeonas del mundo: Italia, Alemania, Francia e Inglaterra.

En un país donde la polarización es máxima, La Roja ha actuado de aglutinador porque en este equipo todos parecen encontrar un asidero sobre el que sustentar su apoyo: los héroes del campeonato son dos chavales nacidos de la inmigración, Nico Williams y Yamal, el gol de la victoria lo hizo el vasco Oyarzabal y el empate lo impidió el catalán Dani Olmo, el mejor jugador del torneo es el madrileño Rodri, que triunfa en Manchester a las órdenes de Guardiola, y muchos han descubierto estos días la melena al viento de Cucurella, ‘exiliado’ en el Chelsea. Por tener, esta selección tiene hasta dos jugadores que se llaman Aymeric Laporte y Robin le Normand y nacieron en Francia. La sociedad es mucho más variada, compleja e interesante de lo algunos están dispuestos a aceptar.

Todos ellos han conseguido una conexión emocional con gran parte del país sólo equiparable a la del equipo femenino que el año pasado ganó la Copa del Mundo precisamente porque representan a la España real, periférica y diversa. Una encuesta publicada este fin de semana indicaba que ocho de cada diez españoles creen que la multiculturalidad de la sociedad ha hecho mejor al equipo. Quizás sea un exceso provocado por la euforia, pero sí es cierto que esa plantilla tan heterogénea armada por De la Fuente ha hecho que todos encontraran a un jugador con el que identificarse.

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