Opinión | Tribuna

Las valientes eran ellas

Homero y Virgilio llenaron La Iliada y La Eneida de héroes. Sus obras están repletas de hombres que andan entretenidos en sus correrías, guerreando, invadiendo reinos ajenos y sometiendo a todo el que se les ponga por delante, y mientras tanto, en una orilla lejana, quedaban sus amantes y esposas, guardando de su hacienda y de sus hijos, esperándoles, reclamándoles sus promesas, llorándoles y llorando por su propio destino. Ovidio les dio voz a ellas, a las abandonadas y las traicionadas, y convirtió sus lamentos en una emocionante colección de poemas epistolares, Las Heroidas.

Son 18 cartas firmadas por Penélope, Filis, Briseida, Fedra, Enone, Hipsípila, Dido, Ermione, Deyanira, Ariadna, Cánace, Medea, Laodamía, Hipermestra, la poetisa griega Safo, Helena, Hero y Cídipe, y tres epístolas más, dirigidas a estas tres últimas, en un intercambio de misivas, por París, Leandro y Aconcio, respectivamente.

En los relatos épicos los protagonistas son retratados con sus cualidades más nobles y, aunque también se hable de sus flaquezas, incluso en ellas hay algo grande, heroico.

Sin embargo, las imprecaciones de sus amantes y sus esposas los empequeñecen y los muestran más humanos. Son mentirosos y de poco fiar, como el Demofonte al que Filis, que acabó suicidándose, rogaba con desesperación que volviera; olvidadizos y ligeros, dejaban atrás con más alegría que pena sus obligaciones conyugales, paternales y el cuidado de su patrimonio. De ello se queja Penélope a Ulises, que tardó nada menos que 20 años en encontrar el camino a Ítaca dando vueltas y vueltas por el Mediterráneo. Eran tipos traicioneros y, desde luego, poco inclinados a asumir responsabilidades familiares.

Ahí está Jasón, que pierde todo el barniz épico cuando se leen los penosos lamentos de Hípsila, a la que deja embarazada en una escala de su viaje con los argonautas en busca del vellocino de oro. Sigue su camino y la deja atrás, sin remordimiento alguno. Allá quedó la pobre mujer, con dos hijos mellizos, nada menos, mientras Jasón se entretenía en mil proezas. Más trágica no puede ser su historia, porque acabó raptada por unos piratas, y con ella sus hijos, y todos vendidos como esclavos.

Las Heroidas es una de las primeras obras escritas por Ovidio. En ella, el poeta supera el relato normativo y, por qué no decirlo, patriarcal. Abre la puerta de las casas de los héroes y encuentra lo que van dejando tras ellos. Cuestiona, quizá sin proponérselo, un modelo masculino hegemónico hasta hace nada y descubre que las valientes, en verdad, eran ellas, que resistían el embate de quienes las acosaban para hacerse con sus propiedades, las que cuidaban de los padres ancianos y de los hijos abandonados, las que se sobreponían a la pena y a las penalidades.

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