Opinión | Tribuna

En Francia aún pesan las ideas

La izquierda francesa ha ganado las legislativas después de renunciar a 130 circunscripciones y con el peor candidato imaginable. La forma más rápida de odiar la política es escuchar los reproches eternos de Jean-Luc Mélenchon. Desde su postura de «os merecéis el apocalipsis que os traigo», el desmelenado ha derrotado a las formaciones de dos políticos aseados, que se enfrentaron en las últimas presidenciales. La gatuna Marine Le Pen había obrado el milagro de distorsionar el compromiso antisemita de su padre en un manifiesto sionista, aunque se le fue la mano al transformar una troupe de alborotadores en un ejército uniformado, hasta el punto de que Jordan Bardella parece que nació dentro de su traje.

Otro niño prodigio, el Emmanuel Macron que se bautizó Júpiter, también incurrió en el delirio finisecular de avanzar el riesgo de «guerra civil» si no ganaba las elecciones, mientras torturaba a su espejito mágico para que lo colocara por encima del Bardella que actualiza al ultraderechista Alain Delon. El feo derrotó al bueno y a la mala, pero a Mélenchon no lo soportan ni sus partidarios, y el Nuevo Frente popular estallará pronto e n más fragmentos que Sumar de Yolanda Díaz. Tras el preámbulo interminable, la única pregunta válida, ¿cómo ha ganado la izquierda callejera a dos productos de laboratorio? Consideren la hipótesis de que en Francia todavía pesan las ideas, aunque estén equivocadas, una larga tradición de pensamiento que confina al disparate y acaba por imponer la razón al volteriano modo.

Y si el elogio a la Francia pensante suena descabellado, en España siempre cabe remontarse a las enseñanzas del 23J, ahora que Sánchez acaba de recibir el impacto balsámico de los dos principales países de Europa. El partido propiedad de la familia Le Pen ha sumado diez millones de votos, que solo aumentan la pesada carga de volver a ser indeseable. En la derrota reapareció la autentica ultraderecha de Reunión Nacional, con el discurso azufrado de Bardella frente a la astucia de Marine Le Pen. Solo dejas de ser fascista si llegas al poder, véase Meloni. Los franceses han devuelto la política al rincón de pensar.

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