Opinión | Para empezar

No quiero ser influyente

Creo que he llegado tarde a esto de ganarme la vida sin hacer nada, solo mostrando lo que hago cada día. No soy influyente, creo que se dice influencer, ni lo quiero ser. Me pregunto cómo alguien se puede ganar el pan solo siendo un escaparate. Es enseñarle al mundo qué comes, cómo te vistes, con quién vas y hacer alarde de ello. El caso es que un influyente gana más que un periodista y, desde luego, hace menos. El influencer se hace un autorretrato, con el teléfono inteligente, para que algún acólito perdido en el vacío de su existencia digital haga clic para ver una escena que no dura más de 30 segundos, si no, aburre. La superficialidad está en alza, pero lo peor es que se autoproclaman creadores de contenidos. Es posible que lo sean, cualquiera les discute, pero lo que ofrecen es vanidad, apariencia y vacuidad.

No hace mucho me encontré con un grupo de influencers, eran todas chicas, jóvenes y anodinas en la distancia corta, pero se ve que en la pantalla del móvil eran unas cracks con no sé cuántos miles de seguidores cada una. Hilar una conversación con ellas resultó complicado. Intenté indagar y les pregunte que cómo se ganaban la vida. Espectacular: «Contamos lo que hacemos cada día en las redes», dijo una. La siguiente contestó: «Se trata de explicar qué haces en cada momento, dónde compras, dónde comes, cómo te diviertes y con quién te relacionas». Todo eso, con el debido pudor al que obligan esos monstruos digitales insaciables que son las redes sociales. Mostrar que estás en el sistema y que consumes productos, deseados por muchas personas que no tienen acceso a ellos, es como que te pongan un bombón en la boca para luego quitártelo. Estos nuevos profetas, del consumo y de las marcas que les pagan responden al sueño de querer ser lo que uno no es. En fin, el espectáculo está servido, nada vende más que lo superficial, los mensajes cortos y fáciles de digerir, pero sobre todo que no te hagan pensar mucho. Eso es lo importante: que pierdas el espíritu crítico y te dejes engullir por la vorágine de mensaje fatuos. n

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