Opinión | Para empezar

Unas vacaciones masificadas pero en calma

Este verano huiré de Ibiza en vacaciones e iré a Málaga. La capital de la Costa del Sol rebasará en siete años los dos millones de habitantes. Hace tiempo que el turismo comenzó a desplazar a la gente local del centro histórico, de la feria y de la Semana Santa, al menos a mí, que me horrorizan las masificaciones, porque temo morir arrollada por una estampida de turistas. La clave de unas buenas vacaciones será no coger el coche, para no sufrir caravanas, y refugiarme en el barrio, ese donde me he criado y que, afortunadamente, ha quedado al margen del boom turístico. Dormiré en la pensión ‘Lola’, que así es como se llama mi madre. El menú será de cuchara, en mi casa nunca se ha hecho distinción entre comidas de verano e invierno a excepción de los litros de gazpacho y de salmorejo así como los kilos de sandía y melón que caen cada estío. Iré a pie a la playa de la barriada, ‘Sacaba’. Por la tarde daré largas caminatas por el paseo marítimo que homenajea a tres artistas malacitanos: Antonio Molina, Antonio Banderas y Pablo Ruiz Picasso. Algunas noches saldré con amigos, esos que aún conocen los sitios de moda porque nunca se fueron. Con suerte podré ir a escalar algún día. Visitaré mi pueblo, Antequera, la localidad malagueña que cuenta con más templos cristianos de toda España por habitante: 33 iglesias para sus más de 41.000 residentes. Solo en la calle de mi abuela hay tres templos. En uno de ellos fui bautizada. Iré a Granada, otra ciudad que sufre los estragos del turismo. La Alhambra es el monumento más visitado de España y se encuentra entre los diez más visitados del mundo. Callejear por el Albaicín hasta llegar al Mirador de San Nicolás o el Paseo de los Tristes bien merece la alegría de algún momento de turba. Pasaré por ese palacio con la ventana tapiada, según cuenta una leyenda, para separar a dos enamorados, y recordaré la primera vez que me contaron esa historia. Volveré al bar ‘Candela’, donde viví muchas noches de tertulias periodísticas. Y así, la vida me llevará a la simpleza de lo cotidiano, ese lugar que cada vez más me apetece habitar.

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