Opinión | Desde la marina

Pasan cosas extrañas

No descubro el Mediterráneo si digo que tenemos leyes que protegen al delincuente y defienden al infractor, mientras la víctima del atropello queda a verlas venir, con cara de tonto, obligado a entrar en litigios y echar mano de letrados y jueces para reconducir la situación, cosa que, en un mundo que parece estar del revés, no siempre es fácil. Es un dislate que se da cada día porque hay leyes justas y leyes injustas, leyes buenas y leyes malas. El comentario viene a cuento por la rocambolesca situación que se dio hace unos días y en la que se vio involucrado el Consistorio de Ibiza. Resulta que no pudo rehabilitar una casa de su propiedad en el carrer Alt de sa Penya que estaba destinada a proporcionar vivienda a un agente de la Policía Nacional. El okupa no sólo se niega a dejarla, saca pecho y amenaza con recurrir cualquier sentencia de desalojo que el juez de turno dictamine.

Con esto de que las leyes sean garantistas nos pasamos tres pueblos. Usted, querido lector, puede marcharse de vacaciones, le okupan con ‘k’ la vivienda de su propiedad y cuando regresa comprueba que no puede entrar porque se le han colado en ella. A partir de aquí, ya puede rascarse la faltriquera y echar mano de abogado para que, nadie sabe cuándo, la injusta justicia, que con sobrados motivos representamos ‘ciega’, pueda reconducir la situación y conseguir que recupere su hogar. En tanto no lo consiga, de nada le servirá decir que la situación es de juzgado de guardia. Al intruso no se le puede desalojar de hoy para mañana. Y lo que es ya peor, la resolución judicial puede recurrirse, circunstancia que alargará la sentencia. El sentido común nos dice que la simple acreditación de propiedad del inmueble debería bastar para provocar el desalojo, pero lo cierto es que no basta. La ley, protege en primera instancia al infractor y deja a dos velas al propietario de la vivienda que, de momento, tiene que buscarse techo. ¡Demencial! n

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