Opinión | Para empezar

Dj Diplo y la «enérgica condena» de Sant Josep

Peor sería que se quedaran callados, claro que sí. Pero tiene mucho de postureo que, después de no haber hecho absolutamente nada el lunes por paralizar la fiesta ilegal de Diplo, el Ayuntamiento de Sant Josep se erija a continuación en adalid de Cala d’Hort y «condene» a los impresentables que convirtieron este espacio protegido en su discoteca particular con absoluto desprecio por sus valores ecológicos. El cometido de las instituciones no es llenarse la boca de protestas, sino impedir las agresiones al medio ambiente. Lo que indigna no es solo la desfachatez y prepotencia con la que cierta fauna de temporada se arroga el derecho a apropiarse de Ibiza como si fuera su patio trasero, sino la impunidad con que lo hacen. Diplo se monta una sesión en el mirador de es Vedrà y el Consistorio josepí parece ser el único que no se entera, pese a que es profusamente anunciada y compartida, localización incluida. Y cuando llega el día, ni aun con drones son tampoco capaces de ver (y oír), de detectar la brutal aglomeración de gente y los equipos de sonido en un paraje tan vulnerable, y la Policía no hace acto de presencia. ¿Acaso necesitaban una invitación personalizada para darse por aludidos por la fiesta ilegal y pararla? ¿O es simplemente que no quisieron molestar a un famoso y sus adoradores? Todo por el turista, que después se quejan en redes. Y si el abuso se conoce y la gente que vive y ama esta tierra reclama, comunicado de condena, promesa de investigación... y hasta la próxima. Sinceramente, me parece un lavado de cara. Si Diplo no respetó la naturaleza de la isla, el Ayuntamiento de Sant Josep tampoco demostró hacerlo. Y en cuanto a las declaraciones de Ocio de Ibiza, poca credibilidad tienen mientras el dj estadounidense siga pinchando para uno de sus asociados. Son decir a la gente lo que quiere oír y a seguir con el negocio.

El verano acaba de empezar y con él la temporada alta de maltrato a los espacios naturales de Ibiza, y esto es lo que de verdad exaspera. Ver como la isla se degrada día a día y que quienes tienen la obligación de protegerla están de brazos cruzados, abandonándola o vendiéndola.

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