Turismo

Walter Benjamin como profeta de la Ibiza actual en un libro sobre los inicios del turismo

La destrucció del paradís? es obra de los doctores en historia Lluís Costa y Bruno Ferrer, que han estado cuatro o cinco años intercambiándose documentos, principalmente de Walter Benjamin, relacionados con el primer desarrollo del turismo en Ibiza, aunque sin intención, a priori, de publicar un libro

El resultado trata dilemas que siguen vigentes en 2024 sobre la industria turística

Bruno Ferrer y Lluís Costa, autores del libro.

Bruno Ferrer y Lluís Costa, autores del libro. / Anna Prats

Toni Escandell Tur

Toni Escandell Tur

La destrucció del paradís? Eivissa, Walter Benjamin i el primer desenvolupament turístic (Papers amb Accent, 2024) es una «reconstrucción» de la isla con la que se topó el erudito alemán de origen judío a principios de los años treinta. De manera profética, según valoran los autores del libro —Lluís Costa y Bruno Ferrer—, el pensador expresó sus temores sobre el futuro de este enclave del Mediterráneo por el inicio de lo que poco a poco se iría convirtiendo en lo que hoy llamamos industria turística. Para este retrato, ambos autores catalanes (doctores en Historia y profesores de universidad) se valen tanto de relatos de ficción (sobre Ibiza o ambientados en ella) y documentación de Walter Benjamin como de un análisis de la prensa de aquella época, sobre todo periódicos ibicencos.

Portada del libro, con una pieza del artista Eduard Bigas.

Portada del libro, con una pieza del artista Eduard Bigas. / DI

Benjamin conoció la isla en 1932, en pleno nacimiento de un turismo aún incipiente, que vino acompañado de la inauguración de hoteles. El filósofo reflexionó, entre otros aspectos, sobre el turismo, los medios de transporte, las postales, las guías de viajes y la nivelación o allanamiento de la Tierra, lo que, en términos actuales, equivaldría a globalización. Teme, ya entonces, un potencial destructor del propio turismo. Algo similar le ocurre al artista y escritor austriaco Raoul Hausmann, un autor que también se analiza en el libro. «En el 32, Benjamin descubre este paraíso. Aunque la primera estancia no dura más de tres meses, ya empieza a detectar que hay síntomas que le hacen intuir de manera casi profética lo que ocurrirá. Más aún si nos fijamos en las reacciones de este 2024 al fenómeno del turismo», señala Lluís Costa, en referencia a las recientes protestas contra la masificación y el modelo actual.

«Él identifica este primer turismo como un escenario de tensiones entre la modernidad representada por el progreso, y la autenticidad o el aura de Ibiza», explica Costa, quien hace referencia a la cita de Benjamin que aparece en la contraportada: «Ya hay edificios hoteleros inacabados en Eivissa y Sant Antoni, en los cuales se promete agua corriente a los extranjeros. El tiempo hasta su finalización se ha vuelto precioso» (1932).

En la obra aparecen textos de publicaciones como Diario de Ibiza, La Voz de Ibiza, Excelsior o La Defensa, entre otras, también de ámbito mallorquín o catalán. El objetivo es comprobar cómo la ciudadanía acogió «social, económica e incluso sociológicamente esa confrontación entre progreso y conservación, si es que podemos considerar la prensa —y éste ya es otro debate—, un reflejo de la opinión pública», en palabras de Costa. Un dilema que, recuerda, sigue vigente. En términos generales, los diarios se mostraron favorables a ese progreso económico. Ya en marzo de 1931, Diario de Ibiza escribía: «De cada día es más halagüeña la perspectiva que ofrece para esta isla la industria del turismo (...) Sabemos que algunos de ellos [los extranjeros] tienen el proyecto de construir algunos chalets para vivienda, en diferentes lugares de la isla. Nos alegramos vivamente de ello, pues es el primer paso ya decidido para introducir en fecha no lejana la importante industria del turismo, que será una continua fuente de ingresos para la isla». Son citas textuales que recoge el libro. Éste también refleja cómo en artículos de prensa se defendió la necesidad de construir hoteles para tener la suficiente capacidad de acogida y adaptarse a esta nueva actividad.

A modo de ejemplo, Costa destaca que Excelsior, que «representaba a los sectores más conservadores desde el punto de vista del catolicismo, se oponía a la modernidad», aunque por cuestiones «morales». «Es necesario que todos sepan que Ibiza es un pueblo civilizado y culto y que no admite ni ataques a la moral, ni insultos a la educación cívica», apuntaban desde Excelsior en un artículo sobre turismo publicado en mayo de 1933.

La masificación

Por otro lado, La destrucció del paradís? analiza la función de las guías turísticas y de las postales. De la imagen. Sobre todo en el caso de las guías, de alguna manera «articulan cómo debe ser el viaje», al fijar una ruta turística que parece prácticamente obligatoria para todos los visitantes. «La masificación acaba desvirtuando los sitios, y más en ciertos espacios que, en su momento, buena parte de su atractivo venía precisamente de ser un lugar verde, natural. La masificación acaba cargándose este tipo de imágenes», apunta Costa, que subraya que todos estos fenómenos no son exclusivos de Ibiza.

Otro de los puntos de los que habla esta obra es el peligro de que la cultura propia, el folclore, el patrimonio material e inmaterial y, en definitiva, los rasgos identitarios singulares de Ibiza acaben por verse convertidos en una imagen, en algo que los turistas ven, pero que carece de vida. Acaban por ser «una postal», en palabras de Lluís Costa. La tradición convertida en un cuadro. «El turismo deviene una influencia y un motor de destrucción y conservación, vaciando de contenidos espacios, rituales y prácticas culturales, ahora obsoletas o inadecuadas para los visitantes y produciendo procesos de museización que, fosilizando el patrimonio, garantizan su presencia inalterable a disposición de los turistas», apuntan Lluís Costa y Bruno Ferrer en su libro. Este proceso —sostienen— de alguna manera ponía en cuestión la continuidad de las formas de vida tradicionales de la isla, incluida, por ejemplo, su arquitectura. Esto llevaba a la uniformidad.

Benjamin como narrador

En el collage de la portada del libro, obra del artista Eduard Bigas, «la figura principal es una alegoría al turista y a la inevitable invasión y destrucción del paisaje que se inició aquellos días», en palabras del propio autor.

«También nos ha gustado trabajar con Benjamin como narrador. Tenía un gran talento», agrega, por otra parte, Costa. «Es una persona que no acabó de vincularse estrechamente con la sociedad ibicenca. Tenía la barrera del idioma, no sabía catalán ni prácticamente castellano», por lo que no mucho pudo conversar con la gente local. Al mismo tiempo, Benjamin valoraba especialmente «la oralidad como recurso o fórmula para llegar a la experiencia» verdadera, en contraposición, por ejemplo, a la prensa escrita. De ésta, el erudito alemán piensa que «recoge un tipo de información de manera puntual y que responde a unos intereses», prosigue Costa. «En cambio, Benjamin hace un canto a la narración auténtica. Dice que la experiencia solo se puede conseguir a partir de este tipo de narración, hablando con la gente». De hecho, el filósofo describió conversaciones con marineros. También escribió cuentos; en este libro se toman en consideración aquellos que o bien hacen referencia a Ibiza o que Benjamin escribió estando en la isla (o viajando hacia ella). Aunque Costa apunta a que ya se ha trabajado la figura de Walter Benjamin como narrador, «todavía queda mucho camino por recorrer» en este sentido.

«El espíritu de los textos de Benjamin es muy significativo porque transmiten cierta nostalgia y melancolía, una sensación evidente de que se está viviendo el final de algo, la destrucción de un mundo que corresponde al pasado, a la tradición, tragado por la modernidad homogeneizadora, de la que turismo representa sólo una parte», resume la sinopsis. En este sentido, el autor observa que en la reciente movilización de la plataforma Prou! contra la masificación (se celebró el 24 de mayo en Vila) se intuye cierta nostalgia en las pancartas o en los lemas que se muestran en ellas: «Algunos carteles evocan nostalgia y el recuerdo incluso de la figura del payés, de una forma de vida tradicional, incluso de esta atmósfera que había cautivado a Benjamin o a Hausmann».

Carteles con la figura de una payesa en una protesta contra la masificación en Vila del pasado mes de mayo.

Carteles con la figura de una payesa en una protesta contra la masificación en Vila del pasado mes de mayo. / Vicent Marí

Finalmente, Costa recuerda que Benjamin era un tipo «muy torturado personalmente», con una trama interna muy compleja. Además, le define como alguien con «muchas aristas»: «Su figura interesa muchísimo en la actualidad como filósofo o pensador, pero también lo abarcan desde su perspectiva de hombre judío» o como colaborador de la Escuela de Fráncfort, entre otras vertientes. «No diría que es un hombre que se opone al progreso, pero desde el inicio la reproducción de imágenes u obras de arte a través de una cámara fotográfica o la reproducción de determinadas noticias a través de artilugios como la radio son cosas con las que, de alguna manera, reacciona de forma escéptica. Se daba cuenta de que son instrumentos que facilitan el aplanamiento», la globalización.

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