Turismo

Día de la marmota en el aeropuerto de Ibiza: nueva temporada, viejos problemas

La terminal recibe a los primeros turistas que llegan en el inicio de la temporada alta con las sempiternas obras, colas en las paradas de taxi y de autobuses y retenciones en los accesos en las horas punta

Taxis en el aeropuerto de Eivissa aguardando su turno.

Taxis en el aeropuerto de Eivissa aguardando su turno. / Vicent Marí

José Miguel L. Romero

José Miguel L. Romero

Emma y Elisabeth (nombres ficticios, pues no quieren dar su nombre) aguardan a las 8.20 horas en la parada de autobús de Sant Jordi. Las gafas de sol ocultan los estragos de la noche de juerga y las protegen de un sol que ya atiza con ganas. En sus muñecas llevan las pulseras anchas y rosas de la fiesta Future Rave, en la que pincha el popular David Guetta, que seguro no se quitaran (modo postureo on) hasta que pasen bastantes días (quien sabe si meses) después de aterrizar en Bristol. De equipaje sólo llevan dos bolsos que apenas ocupan espacio, con lo mínimo indispensable dentro (canguros incluidos) para una escapadita de dos jornadas sin tener que hacer check in en un hotel de la isla. El plan, cuentan, es sencillo: llegada el viernes, noche en la discoteca Hï, caminata al amanecer desde Platja d’en Bossa hasta Sant Jordi, bus hasta el aeropuerto y a casa. Barato barato. Se las ve agotadas, pero a esa edad, 20 años, se aguanta lo que te echen. Toca cabezadita en el avión, aunque todos los procedentes del Reino Unido llegan esa mañana con retraso.

Clientes de ‘rent a car’ recogidos por vehículos de cortesía en la planta superior del ‘parking’. | V.M.

Clientes de ‘rent a car’ recogidos por vehículos de cortesía en la planta superior del ‘parking’. | V.M. / José miguel l. romero

Los carteles de Hï, Ants y Circoloco dominan el espacio y fachada del aeropuerto, como si ese ocio fuera el único motivo para visitar la isla. Emilia y Agustina, jóvenes argentinas residentes en Barcelona, cuentan que vienen «mitad para ir a playas y calas, mitad para ir de fiesta». Ya tienen entradas («gratis, nos las han conseguido nuestros amigos») para ir a Pacha y Hï las próximas cuatro noches, y piensan acudir a «algún sunset», que es más cool que decir puesta de sol. Llevan poca cosa: una maleta, una bolsa y un macuto pequeño. Tampoco pasarán por hotel, pues se alojan en la casa de sus colegas, que en breve las recogerán.

Vallas, obras, ruidos y nubes de polvo en el aeropuerto un año más. | V.M.

Vallas, obras, ruidos y nubes de polvo en el aeropuerto un año más. | V.M. / José miguel l. romero

El acceso al aeropuerto desde el polígono está a esas horas sembrado de turistas que, tras devolver el vehículo en el rent a car, llegan a pie arrastrando el trolley hasta la terminal, donde se encuentran un panorama muy parecido al de los últimos cuatro años: infinidad de taxis (una densidad por momentos abrumadora) aguardando la llegada de clientes; obras por doquier; vallas metálicas que abren y cierran accesos y crean un dédalo de pasillos entre ese aparcamiento (nuestra particular obra de El Escorial, pues lleva más de cuatro años en construcción, pese a su apariencia simple) y la entrada al aeródromo; barreras de New Jersey para separar y desviar flujos de tráfico; un ruido insoportable en el que se mezclan los motores de los autobuses y coches con los de las piquetas, volquetas, excavadoras, palas, martillos hidráulicos, toros que transportan bloques de hormigón y los gritos en árabe de un capataz que abronca a tres operarios que, según se colige de sus aspavientos, parece que la acaban de liar parda. Las obras crean nubes de polvo y de espeso humo negro.

Demasiados turistas para tan pocos buses

Otro día de la marmota en el pistoletazo de salida de la temporada alta. Siguen los problemas de siempre, como las larguísimas colas para subirse a los taxis, pese a que más no pueden concentrarse en ese embudo. En la parada del autobús de las líneas oficiales se monta, sobre las nueve de la mañana, otra cola formidable, en buena medida generada por la poca, nula o mala información. Una pareja mira la pantalla del tótem anexa para intentar saber a qué hora llegará el autobús en dirección al puerto de Ibiza, pero sólo aporta datos de los que debían llegar dos horas antes. Salen de allí, cómo no, desconcertados, confundidos, que es como están los 120 turistas que entonces desean embarcarse en dirección a la capital de la isla. La parada se convierte, por momentos, en un cuello de botella en el que comparten espacio los que aguardan su bus con los que quieren entrar en el que hay estacionado, de manera que se llegan a formar dos colas. Algunos, despistados porque la suya no avanza, pierden el autocar.

A las 9.08 horas estaciona allí el Express que va directo al puerto. En la cola esperan más de 100 personas. No cabrán todas. Subir, además, se hace eterno, entre el lost in traslation entre conductor y pasajeros y que no hay máquinas para sacar el billete antes. A las 9.20 horas, 12 minutos después, el chófer comunica que no hay más sitio, cierra la puerta y se va. En la cola siguen más de 100 personas, pues se ha ido nutriendo de los recién desembarcados en es Codolar, muchos de ellos llegados para celebrar despedidas de solteros/as. Se les reconoce por las bandas rosadas que cruzan sus pechos, los jerseys azules con sus nombres bordados en blanco, sus camisetas conmemorativas, el velo que porta la futura novia…

Oficina antipirata: ¿dónde está McDonald's?

En el recién inaugurado puesto de información contra los taxistas piratas, quien atiende en esos momentos asegura que, hasta entonces, nadie le ha preguntado por ellos. Sólo quieren conocer las tarifas de los taxis oficiales… Y dónde están el baño, las oficinas de los rent a car o el McDonald’s: «Y por los precios del Uber», añade con cara de ‘ya ves’. Cuenta que los piratas suelen acechar a los viajeros al caer la tarde y dentro, justo en la principal entrada de la recepción.

En el nuevo aparcamiento también tienen sus particulares follones. Los rent a car envían a la planta superior a sus furgonetas de cortesía para recoger o llevar hasta allí a su clientes. Pero muchos, o no encuentran ese apartado lugar o bien han sido mal informados, explica uno de los conductores de una de esas empresas: «Les mandan mal la ubicación por mail. Les dicen que estamos en el P3, que era el nombre que recibía antes lo que ahora es el P1. Muchas veces regreso a la central de vacío porque los clientes están esperándome abajo y no los veo». Cerca, en el espacio destinado a las VTC, hay aparcados a las 11 horas ocho vehículos particulares. Sobre el parabrisas de cada uno de ellos, AENA ha dejado una nota en la que les avisa de que la grúa los retirará si siguen allí estacionados. Han elegido esas plazas cuando, curiosamente, alrededor hay decenas para turismos vacías.

A lo largo del día, en las horas punta de llegada de aviones, se repite, además, otro de los problemas recurrentes desde 2022: retenciones desde la rotonda del polígono. Lo dicho, el día de la marmota en versión 2024.

Abierto el segundo módulo del aparcamiento

Ya está abierto el segundo módulo para aparcamientos en el edificio denominado P1, compuesto por dos módulos, norte y sur y unidos en la planta superior por un pequeño puente de flujo rodado. Una vez finalizada la obra, el edificio tendrá un total de 997 plazas, incrementando así más del doble las plazas actuales. El primer módulo abrió a finales de marzo.

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