Diario de Ibiza

Diario de Ibiza

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Sucesos

La paz asoma a medias por el carrer d’Enmig, en el puerto de Ibiza

Los comerciantes que denunciaron hace una semana la falta de seguridad en el carrer d’Enmig, en el puerto de Eivissa, han notado un cambio tras el cierre parcial del callejón que unía la calle de sus comercios con la de la Virgen. Sin embargo, siguen esperando a que se termine de tapiar y que haya más limpieza en la zona

Uno de los comercios del carrer d’Enmig DANIEL ESPINOSA

Un pequeño respiro, es lo que se ha concedido a los comerciantes del carrer d’Enmig con el tapiado parcial del callejón que unía la calle en la que se encuentran sus negocios con la de la Virgen, en el puerto de Ibiza. En las últimas semanas, una decena de comerciantes han sido testigos de robos y amenazas por parte de un grupo de jóvenes que aprovechaba las esquinas de algunos establecimientos para consumir drogas. Para estos, el callejón era una vía de escape que facilitaba que cometieran delitos. Hace dos semanas entraron a robar prendas de ropa valoradas en 2.000 euros en uno de los establecimientos y, a los pocos días, la situación desembocó en una agresión a dos comerciantes que trataban de frenar un hurto.

Tras la denuncia de los hechos, el pasado miércoles se procedió al tapiado de una parte del callejón, en la calle de la Virgen, y los comerciantes ya han notado un cambio en la zona: «Automáticamente no hay ese pasillo de gente [entre ambas calles], y hay más seguridad», apunta el dueño de uno de los establecimientos de la calle. Él mismo ha observado varias veces durante su turno de noche a agentes cívicos y equipos de la Policía Nacional y Polícia Local patrullar la zona.

«Está la alarma activada y su presencia ya pone a la gente en su sitio», asegura el comerciante. La frase más repetida ahora en la zona es: «Estamos más tranquilos».

Sin embargo, también hay ánimo de desconcierto por la manera en la que se ha tapiado el callejón (al menos por cómo estaba hasta ayer por la tarde), con el acceso abierto por el carrer d’Enmig: «Es una tontería hacerlo así, porque se van a meter a orinar o a drogarse», critica otro comerciante, antes de indicar con determinación: «Esto hay que cerrarlo o poner una reja». La dueña de otro establecimiento señala: «De momento es el muro de la vergüenza», teniendo en cuenta que «está así desde el viernes [pasado]. En dos días se han puesto cinco ladrillos». La mujer considera que si se mantiene de este modo, el callejón será el «urinario público» de la calle.

Cierre parcial del callejón entre el carrer d’Enmig y la calle de la Virgen, en la Marina. Comerciantes

En el carrer d’Enmig hay negocios que llevan más de 30 años funcionando, y eso ha dejado recuerdos imborrables en la memoria de algunos de sus dueños. Uno de ellos rememora: «Un día escuché algo similar a un chorro de agua caer escaleras abajo [del callejón], y al asomarme vi a alguien orinar desde la parte de arriba». Además de limpiar ese tipo de suciedad, en alguna ocasión también ha barrido «papelinas de aluminio para fumar no se qué», asegura el hombre.

A parte de un tobogán de suciedad, el callejón servía como vía de huida para ciertos delincuentes: «Iba a subir un yonqui o uno de los que trapichea y, al ver a la policía arriba, daba media vuelta y se iba», relata el empresario, que espera que tanto las autoridades actuales como las venideras tengan en cuenta la importancia de que el callejón permanezca bien cerrado: «Porque cada cual tiene su filtro y si un turista ve a alguien bajar descolocado, sucio, andrajoso o chillando... Esto genera miedo», sentencia, antes de añadir que él mismo en ocasiones ha tratado de calmar a los viajeros: «Tranquilos, es alguien de la zona».

Incivismo en vías públicas

Uno de los comerciantes del carrer d’Enmig aprovecha para insistir en el estado de limpieza de la calle, que «sigue ahí», como tarea pendiente. Otro de ellos recalca: «Todavía tenemos el problema de los animales», en referencia a los dueños que pasean con sus mascotas y permiten que orinen en diferentes esquinas de la calle o incluso «sobre puertas, maniquíes y sillas» de diferentes establecimientos. Para este comerciante la solución no es que se eche agua, «porque detrás viene otro animal a orinar sobre el mismo material. Deberían ir donde no haya gente trabajando», exige.

Otro problema identificado en el carrer d’Enmig lo genera una agencia que organiza excursiones en bicicleta por el casco antiguo: «Pasan cinco como mínimo y llegan a ser hasta veinte», apunta el comerciante, sobre una situación que provoca que los transeúntes se tengan que apartar de una vía que es para caminar: «No entiendo por qué pasan por aquí. Es una calle peatonal», denuncia.

Compartir el artículo

stats