Ayuntamiento de Ibiza | Lourdes Roig Jefa de protocolo del Ayuntamiento de Ibiza

Lourdes Roig, jefa de Protocolo del Ayuntamiento de Ibiza: «Muchos han querido hacer un ‘bolaños’ en Ibiza. Los paré a todos»

Hace 29 años que Lourdes Roig ejerce de jefa de Protocolo del Consistorio de Ibiza, tiempo en el que esta inquieta contrabajista, saxofonista, clarinetista y soprano ha lidiado con ocho alcaldes, alguno de los cuales, confiesa, era negacionista del protocolo 

Lourdes Roig durante la entrevista en Can Botino.

Lourdes Roig durante la entrevista en Can Botino. / TONI ESCOBAR

José Miguel L. Romero

José Miguel L. Romero

Desde 1995, Lourdes Roig ejerce de jefa de Protocolo y Relaciones Institucionales en el Ayuntamiento de Ibiza. Es experta universitaria en Protocolo y Ceremonial por la Universidad de Miguel Hernández y titulada superior en Protocolo y Relaciones Institucionales por la Escuela Internacional de Protocolo.

Además, es miembro de la delegación balear de la Asociación Española de Protocolo (AEP), y vicepresidenta segunda de la AEP nacional.

Pero antes estudió para ser técnica de Empresas y Actividades Turísticas con un postgrado de especialización en Dirección y Gestión Hotelera.

La jefa de Protocolo de Vila lleva 29 años en el cargo.  | FIRMA

La jefa de Protocolo de Vila lleva 29 años en el cargo. / Toni Escobar

29 años en este oficio. ¿Ha disfrutado o se arrepiente?

Estoy encantada, pero he vivido épocas difíciles. No todo el mundo entiende el protocolo. Hay gente que no entiende esta profesión.

«El protocolo se cruzó en mi vida», me contó en una ocasión. ¿Por qué se decidió por esta profesión? Porque inicialmente parecía decantarse por el turismo.

Entré de forma totalmente casual. No sabía qué iba a estudiar y al final tiré por Turismo. Encima, se me daban bien los idiomas [habla inglés, alemán y francés]. Fui la primera alumna que fue a la feria turística de Berlín (ITB) para realizar prácticas, de la mano de Ernesto Ramón Fajarnés. Fue mi gran maestro, un referente. Mi vida estaba entonces enfocada hacia el turismo, hasta que un día recibí una llamada del Consistorio [cuando Enrique Fajarnés era alcalde]. Querían hacerme una entrevista. Respondí que ya estaba trabajando en una agencia de viajes, encantada de la vida, y que no me interesaba. Pero insistieron y tuve una entrevista con ellos. Querían que trabajara en el Ayuntamiento. ¿Para qué? Para ayudar un poco en alcaldía.

¿No le dijeron que fuera para llevar el protocolo?

Esa palabra no surgió entonces.

¿Había protocolo en Vila en esa época?

Había una jefa de protocolo, pero no estaba creada la plaza de protocolo. Era una auxiliar administrativa que hacía esas funciones. Decidí probar en esa tarea. Me dijeron que alguien me ayudaría durante tres meses para que me fuera formando. Duró una semana, me entregó un folio en el que ponía ‘Inauguraciones: cinta y tijeras’ y me dijo que ya me apañaría.

Sola ante el peligro ¿Qué hizo?

Hacer cursos de protocolo como una loca.

No tenía ni idea, vamos.

Nada. Empecé a leer todo lo que encontré.

¿Había ya unas reglas de protocolo en el Consistorio?

Había un pequeño Reglamento Municipal de Honores, de octubre de 1987, que más tarde se transformó en un Reglamento de Protocolo y Ceremonial y Reglamento para la concesión de honores y distinciones.

«Soy la mala de la película, pero esa es mi misión. La mala, pero con una sonrisa»

¿El primer acto protocolario?

Entré en marzo de 1995 y dos meses después, en mayo, tuvo lugar el primero: la inauguración de Can Ventosa.

¿Por qué dice que vivió épocas difíciles y que no todo el mundo entendía su profesión?

Cuando empecé tenía 21 años. Era muy joven. Con el tiempo supe que hubo gente muy interesada en ese puesto de protocolo. Esas personas no me facilitaban el trabajo o me ocultaban información para que me equivocase. La institución tenía que fiarse de mí, de mi criterio, de mi formación. Pero por mucho que yo lo tuviera claro, era muy joven. Qué iba yo a decirles.

Joven y, además, mujer.

En este Ayuntamiento, eso no lo he sufrido. Pero me muevo en otras asociaciones de protocolo baleares y nacionales donde los jefes de protocolo son hombres. Y ahí sí he visto ese trato, sobre todo porque era muy jovencita. Me miraban con cara de qué hacía yo, esa jovencita, siendo jefa de protocolo. Tenía la sensación de que siempre tenía que estar demostrando que tenía conocimientos.

Enrique Fajarnés, Xico Tarrés, Lurdes Costa, Marienna Sánchez Jáuregui, Virginia Marí, Pilar Marí, Rafa Ruiz, y Rafel Triguero. Ocho alcaldes en 29 años. Si usted hablara…

Con cada nuevo alcalde es como volver a empezar. Cada uno tiene su personalidad. Hay que tener mucha capacidad de adaptación: cada uno tiene su forma de pensar, cree o no en el protocolo, me deja o no trabajar, o me pone a alguien por encima para que me supervise, cuando a lo mejor esa persona no tiene ni idea.

¿Ha aconsejado a alguien que le convendría cambiar de actitud durante los actos protocolarios?

Les puedo recomendar que si, por ejemplo, viene el embajador de Japón a Ibiza, recuerden que en ese país no se toca a las personas, que hay que saludar de una determinada manera, lo que les gusta y les disgusta… Pero yo, tras dar esa información, me retiro.

Imagino que lo que acaba de contar es real. ¿Ese alcalde llegó a tocar al embajador de Japón?

Sí, casi me desmayo. Y el embajador, casi también. Me miraba ojiplático. Pensé: se lo he dicho, he cumplido, todo está en manos del anfitrión y de cómo es él. Puedo recomendar, puedo asesorar, pero cada alcalde tiene su forma de ser.

¿Le dan problemas las parejas de los políticos?

Cuando organizas actos, los hay que acuden con sus parejas. Tienen que saber qué es un acto oficial y qué no. En un acto oficial sólo colocamos a las personas por su cargo. Ni condición, ni si es hombre o mujer. Por su cargo. Los acompañantes no tienen lugar en un acto oficial. En los actos no oficiales sí que pueden ir con acompañantes. Hubo algún acompañante que me dijo: ‘Yo me siento con mi marido/esposa’. Disculpe, les respondo, pero no: el cargo va aquí y usted tiene un sitio especial, pero en otro lugar, junto a los acompañantes.

«Casi me desmayo cuando vi que el alcalde tocaba al embajador japonés. Y el embajador, también»

¿Le discuten o discutían sus decisiones?

Sí. Siempre les digo lo mismo: yo te doy una recomendación, pero decides tú. Tú das la cara y eres el anfitrión. El que quedarás mal eres tú. No impongo. Hubo quien aseguró que no pensaba hacer lo que le recomendaba, pero al final lo hizo. Uno me dijo que no le pusiera a una determinada persona a su lado porque no se hablaba con ella. Pero le recordé que, protocolariamente, tocaba que estuviera allí y que, por tanto, la colocaría en ese lugar.

¿En qué acto casi le da un patatús?

Me dan patatús casi cada dos por tres. Me basta con analizar las fotografías que salen luego en el Diario de Ibiza. Veo a la gente mal colocada, el presidente fuera de su sitio, el alcalde también… O las banderas mal ubicadas. ¡En una institución, las banderas mal colocadas! En un hotel, lo entiendo, pero en una institución... Lo veo cada día.

¿Qué actos le han marcado como jefa de protocolo?

El primero, el fallecimiento en 2002 de Marià Villangómez, hijo lustre de Vila. Tuvimos que organizar las honras fúnebres y la capilla ardiente con cuerpo presente en la sala Capitular. Todo fue muy bien, pero me impactó. Tuve que pedir a la Iglesia unos candelabros, hablar con Pompas Fúnebres para organizarlo, controlar el protocolo, hablar con la familia, tener a disposición un libro de condolencias…. Todo fue preparado a marchas forzadas. Ahora ya está regulado cómo se tendría que hacer.

¿No lo estaba entonces?

No. Tiré de contactos que tenía en los ayuntamientos españoles, que me dieron indicaciones. Había un protocolo en Vila, pero no había nada plasmado en reglamentos.

No recuerdo haberla visto nunca poner mala cara, al contrario, siempre sonríe.

La gente que me conoce bien, si estoy callada y no sonrío, tiembla. Pero con una cara amable consigues más cosas que estando siempre serio. Con una sonrisa, todo se suaviza. También con el tono de voz. A veces me pongo muy seria, te lo prometo. Me pongo así cuando estoy en un ensayo con el coro. A veces hasta me llaman la señorita Rottenmeier.

«Para mí, dirigir esto es como dirigir el coro. Todo debe estar en armonía». Lourdes Roig dixit.

Cada acto es un mundo. La gente sólo me ve en los actos oficiales, en tomas de posesión, en la entrega de una medalla de oro, para que todo esté equilibrado. Para mí es muy importante el orden, que todo tenga equilibrio. Mi trabajo, ni se tiene que notar ni se tiene que ver.

Y que nadie dé la nota.

Ni siquiera cantando. Y si alguien se sale del compás, que sea porque ya está previsto en la composición. Puede haber una síncopa [enlace de dos sonidos iguales, de los cuales el primero se halla en el tiempo o parte débil del compás, y el segundo en el fuerte] en una partitura y no vas a tempo, para que haya una diferencia y no sea como una marcha militar. Eso es bonito. En protocolo, también. Saltarte el protocolo está bien si está pensado. Hasta una síncopa en el protocolo puede estar pensada y formar parte de esa armonía. Otra cosa es que se haga un ‘bolaños’.

¿Se refiere a cuando el ministro Félix Bolaños quiso saltarse el protocolo del 2 de mayo en Madrid?

Todo estaba pactado, todo se había hablado en protocolo, con todos sus jefes. La Comunidad Autónoma de Madrid dijo al Gobierno que Bolaños no estaba invitado, pero que ya que iba a ir, le darían un sitio preferente. En el acto previo, se colocó a la ministra de Defensa, Margarita Robles, con él al lado. No era necesario, pero le hicieron el favor por ser del Gobierno. Pero para el siguiente acto, en la tribuna, sólo podía haber una persona por institución, no dos. Le tocaba a Robles. Bolaños debía quedar abajo presidiendo a las autoridades. Se puso en tela de juicio que la responsable de protocolo le parara cuando quiso colarse en la tribuna. Todos los profesionales cerramos filas con ella porque lo hizo bien. Yo me he encontrado con el típico que dice ‘tú no sabes con quién hablas. Yo tengo que presidir’. Muchos han querido hacer un ‘bolaños’ en Ibiza, muchísimas veces.

¿Los paró?

A todos. Y los hay que llegan sin haber confirmado y ponen la excusa de que han enviado el correo, que recibo yo personalmente. Yo los paro, soy la mala de la película, pero esa es mi misión. La mala, pero con una sonrisa.

Hace unos días, una mujer tuvo que cambiar su vestido en un acto oficial porque la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, llevaba el mismo traje.

En determinados actos oficiales, esto se habla previamente, pero puede haber una coincidencia. Eso pasó en un acto en el que la presidenta del Congreso, Francina Armengol, y la reina Letizia llevaban un vestido de la misma tonalidad. Esto no tiene que ocurrir, hay que intentar llegar a un acuerdo. Yo no le doy mayor importancia, pero según qué autoridades, sí. La Casa Real y alguna Comunidad lo tienen en cuenta. En Ibiza somos más lights. Aquí vienen sin corbata, sin americana… Cuando ves a alguien con corbata sabes que no es de Ibiza.

¿Se respeta aquí la etiqueta o el dress code es muy ibicenco?

Intentamos avisar a los que vienen de fuera de que aquí no se suele llevar corbata. En el acto oficial de Ciudades Patrimonio celebrado hace unos días, todos llevaban traje y corbata, más el pin de cada institución.

Había dos sin corbata.

Porque eran concejales. Se permitieron ese lujo.

Pero usted seguro que los miró mal.

Qué va, imaginé que aprovecharon que estaban en Ibiza para relajarse. Sé que algunos me odian. Hay actos, como el día de Santa Maria, el 5 de agosto, en el que todos tienen que vestir traje y corbata y llevar el pin en la solapa. También es cierto que algunos no lo cumplen. Lo dejo a su criterio, aunque yo lo recomiendo. Si no van vestidos acorde, en la foto oficial se notará quiénes desentonan. Protocolo es imagen, buscamos la armonía para dar una determinada imagen. Si vamos a dar la medalla de oro de la ciudad, la máxima distinción, ¿te pondrás una camisa con los faldones por fuera? Hay que tener respeto hacia la otra persona y a la institución que representas. Desde que entran en el Ayuntamiento, ya no son ellos, son la institución.

Se refiere a un alcalde que iba siempre con la camisa fuera.

Sí. Y en alguna toma de posesión, otro de los actos más importantes, una persona acudió calzada con chanclas. Se justificó: tranquila, que son chanclas de marca.

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