Premio 8 de Marzo en Ibiza: «Pilar Garzón nos rescató de la miseria»

La Associació de Dones Progressistes rinde homenaje a la cantante que luchó por escolarizar a los niños de sa Penya y que fue madre de acogida de menores que habían quedado desamparados

Josep Àngel Costa

Josep Àngel Costa

La perspectiva de la vida de Pilar Garzón cambió por completo tras su estancia en Nueva York, pero no por la majestuosidad de la ciudad. Era joven, con hambre de mundo y una guitarra a cuestas. No tenía papeles para trabajar, pero se los cedió una peruana y entró en la General Motors. A los pocos días, la convocaron, junto a otros extranjeros, para darles unas palabras de bienvenida y elogiar el papel de la inmigración en el devenir de los Estados Unidos.

Les repartieron unos formularios que ella empezó a cumplimentar con normalidad, hasta que percibió el horror en el rostro de sus compañeros de trabajo. «No sabían escribir. Tenían pánico de que los deportaran. Me di cuenta de que ser analfabeto te convierte en discapacitado y que la educación debería ser universal».

Andrea Cledera, la presentadora de la gala del Premi 8 de Març que concede la Associació de Dones Progressistes d’Eivissa, sonsaca esta anécdota de Pilar Garzón mientras la entrevista sobre el escenario del Club Diario de Ibiza. Sabe que esa historia es crucial para explicar la labor social que desempeñó Garzón una vez instalada en la isla.

Inicios con Labordeta

Todo el mundo la reconoce por su faceta artística, desde sus inicios en la canción aragonesa, con compañeros de viaje como José Antonio Labordeta, y como creadora de ese oasis musical que fue el café concierto Ítaka durante los primeros 16 años de este siglo. Pero esta vertiente, que mantiene viva en las calles del casco antiguo de Vila, por muy destacada que pueda haber sido, queda empequeñecida al lado de su labor humanitaria, en la que rescató de la marginación absoluta a varios niños desamparados

Esta oscense, criada en Aínsa, a los pies de los Pirineos, pasó 20 días en coma a los cinco años por una meningitis, que la dejó postrada hasta los nueve en casa de sus abuelos en Madrid, que se encargaron de escolarizarla. Su padre era profesor y su madre ya fue una pionera de la emancipación de la mujer: ya con cinco hijos, y animada por su marido, dejó por un tiempo Huesca para estudiar en la capital del país y formarse como funcionara de secretaría municipal.

Su familia era melómana y había un piano en casa, pero ella quería una guitarra. La consiguió a los 13 años. Había quedado prendada al ver una cantante en las calles de su pueblo y quería seguir sus pasos. Reivindicó la fabla aragonesa en plena dictadura, siendo la única mujer de un círculo artístico dominado por hombres. En los 70, recalaba asiduamente en Ibiza, donde vendía sus muñecas artesanales en mercadillos, hasta que se estableció definitivamente en los 80.

Sa Penya

Solo iba a quedarse por una temporada, pero aún sigue en la isla a sus 75 años. Garzón regentaba el bar El Escondite, en el puerto, donde se mezclaba la gente del mar con la bohemia. Una tarde, llegó una mujer que buscaba su perrito blanco y se ofreció a buscarlo. Le dijeron que se lo habían llevado a sa Penya.

«Nunca había subido allí en invierno», confiesa al público. Se encontró un panorama dantesco, con niños desnudos en calles encharcadas. Muchos de esos menores quedaron desamparados porque, después de una gran redada, detuvieron a sus padres. También tumbaron sus casas. No podía quedarse de brazos cruzados y convenció al Ayuntamiento para alquilar un local y crear una escuela puente. Ella misma iniciaba a los pequeños en los estudios y los preparaba para su escolarización.

«Había que superar muchas reticencias», recuerda. Solo el primer año, logró escolarizar a 82 niños, ayudada por Margarita Riera, de Cáritas. Gracias a su empeño, también se iniciaron los programas de educadores de calle para facilitar la inserción social de la gente del barrio que quería huir de la marginalidad. No solo eso, también se convirtió en madre de acogida de muchos de aquellos menores indefensos que educó en su casa.

Uno de los que cuidó, que estaba enganchado a las drogas siendo niño, ahora es un orgulloso y trabajador padre de familia que se emociona al recordar cómo Garzón le «rescató de la miseria». «Soy uno de sus hijos», proclama.

Samara Arraco forma parte de la segunda generación de aquellos menores salvados. «Nos enseñó que la educación es la mejor manera de construir la libertad», subraya. La prima de Samara, Morena, es una compañera habitual de Garzón, junto al guitarrista Manolo Díaz, en sus actuaciones en el casco viejo. En el concierto que pone el broche de oro a la gala del Premio 8 de Març, Morena conmueve con su voz a todo el auditorio cuando abandona el cajón y se anima con una copla.

«Gracias a Pilar, hemos superado tabúes y puedo ser yo misma: me gustan las personas de mi género y vestir a mi manera», agradece la joven. Garzón recoge el guante: «Siempre les dije que no se trataba de ser payos, sino que debían ser gitanos con los mismos derechos y oportunidades», sentencia.

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