Imaginario de Ibiza | El muelle olvidado de la sal blanca

El cargador de levante, en es Cavallet, fue uno de los principales atracaderos de la industria salinera ibicenca. Antaño, cuando los estanques aún pertenecían a la Universitat, era de madera y lo sostenía un caballete que acabó proporcionando nombre a la playa.

El cargador de levante
de es Cavallet. / X.P.

El cargador de levante de es Cavallet. / X.P.

@xescuprats *

Algunas personas esperan tanto tiempo a que llegue su barco que su muelle se derrumba

John Goddard

Las salinas de Ibizaconstituyen uno de los paisajes más hipnóticos y representativos de la isla, y uno de los escasos ejemplos de que, en ocasiones, la intervención humana destinada a domar la naturaleza genera paisajes al menos tan magníficos como los que ya existían antes. La belleza de la retícula salinera es abrumadora, pero la infraestructura vinculada a la recolección de sal es mucho más compleja y diversa, con innumerables instalaciones auxiliares, como almacenes, canales, norias, vías férreas, muelles de carga, puestos de vigilancia, etcétera. Aunque muchas de ellas ya se encuentran en desuso, su observación y estudio ofrece la oportunidad de reconstruir el funcionamiento de una industria que antaño proporcionaba trabajo a buena parte de la población y que constituía la principal fuente de riqueza de la isla.

Uno de los rincones que hoy pasan más desapercibidos y que, sin duda, fue de gran importancia antes de la mecanización del proceso de extracción de la sal y la creación del actual muelle de sa Canal, el único que permanece activo, aguarda en la playa de es Cavallet. Probablemente parte de los bañistas que se apostan en la ribera blanca, una vez recuperados del impacto del turquesa cegador que el mar adquiere en la orilla, se pregunten por el origen del sólido muro de piedra que envuelve las dos solitarias casetas que se asientan sobre otro murete de altura intermedia, en el flanco norte de la playa. En realidad, la base de estos varaderos conforma el canal por el que se inyecta agua marina a los estanques de esta zona y los lienzos de piedra más elevados forman parte del antiguo muelle de levante, hoy en ruinas.

Para vislumbrar la importancia de esta antigua infraestructura hay que transitar por la terraza del restaurante La Escollera, hasta una gran plaza tapiada por dos de sus lados, donde antaño se amontonaba la sal más blanca que producían las salinas. La proporcionaba el cercano estanque de s’Estanyol, situado entre el de las Barqueras, pegado a las dunas de es Cavallet, y el del Burro, que se aferra por el otro lado a la carretera de sa Canal, en el tramo donde sobrevuela los espejos de agua.

La proximidad de esta sal nívea generó la necesidad de construir un segundo muelle, ya que el principal se encontraba entonces en la Xanga. Al principio, tal y como recogen algunos documentos del siglo XVII, dicho muelle era desmontable y de madera, y lo sostenía un caballete del mismo material. En ibicenco, la palabra caballete se denomina cavallet y, al parecer, dicho soporte acabó bautizando la orilla, según explica el historiador Antoni Tur Torres, en su libro ‘La Sal de l’Illa. Les Salines d’Ibiza al segle XVII’.

Las salinas fueron vendidas por la Corona Española a un comerciante de Palma, en 1871. En fechas posteriores, el viejo muelle de madera, tal y como había planeado el gobierno ibicenco de la Universitat, aunque sin llegar a hacerlo realidad, fue sustituido por un embarcadero de piedra viva, con una escala que descendía hasta el agua y que hoy permanece arruinada. A poca distancia, oteando el paisaje hacia la ciudad, se distingue también un curioso arco de piedra, labrado por la naturaleza, que atraviesa el mar. Constituye un rincón soberbio, que merece ser contemplado también desde la altura que proporciona el monte cercano, donde también se vislumbra el rosario de islas que salpican el paso de es Freus.

Un territorio inseguro

Como todos los embarcaderos de las salinas, el de es Cavallet, conocido como muelle de levante o cargador de la sal blanca, era un lugar peligroso por las constantes razias de los corsarios berberiscos.

Su presencia obligaba al gobierno de la Universitat a sufragar un importante cuerpo de guardia que protegiera a la industria salinera y sus trabajadores. Se tiene constancia de alrededor de 35 puestos de vigilancia, tres faluchos y un centenar de hombres, que en el siglo XVII se incrementaron en más de 50.

(*) Cofundador de www.ibiza5sentidos.es, portal que recopila los rincones de la isla más auténticos, vinculados al pasado y la tradición de Ibiza

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