Memoria de la isla | De goigs i caramelles

Los gozos son una expresión oracional poética de alegría practicada en actos de devoción colectiva que alaba las excelencias de la Virgen o los Santos. A Ibiza llegan desde Catalunya, donde los tenemos en el Llibre Vermell de Montserrat (s. XIV) y, como dice Macabich, don Isidoro, a la antigua devoción de ‘Los Siete Gozos de María’ corresponden nuestras preciosas caramelles.

Caramelles en Sant Joan. / MARCELO SASTRE

Caramelles en Sant Joan. / MARCELO SASTRE

Miguel Ángel González

Miguel Ángel González

El extraordinario patrimonio material que atesoran Ibiza y Formentera, el arqueológico, el de una riquísima arquitectura rural y castrense y el de un medio natural privilegiado de paisajes, playas, bosques, salinas y praderas submarinas de posidonia, todo ello, hace que tengamos en un segundo plano aquellos otros contenidos patrimoniales que, por su condición inmaterial (cultura, costumbres, rondallas, músicas y canciones de nuestro folklore), por estar ligados a formas de vida desaparecidas, tienen más difícil preservación y pueden desaparecer. Sería una debacle, porque precisamente estas expresiones populares son las que mejor definen la identidad insular y tienen, por tanto, tanta o más importancia que aquel patrimonio material, más recio y aparente. Lo cierto es –cosa de los tiempos que corren- que nuestro patrimonio inmaterial se diluye, se mixtifica y poco a poco va perdiendo su vivencia popular y su sentido primigenio, con el riesgo, en el mejor de los casos, de convertirse en un mero espectáculo para turistas.

En este patrimonio inmaterial amenazado están ‘ses caramelles’, una expresión popular entrañable que podemos ver y oír por Pascua y Navidad. Todavía recuerdo la impresión que me produjeron al oírlas por primera vez. Tendría 8 o 9 años. Vivíamos en San Joan, había ido con mis padres a la Misa del Gallo y esperábamos que empezaran los Oficios; en la Iglesia sólo se oían leves cuchicheos y reinaba un silencio expectante que, de golpe, rompió un estruendo que venía de la entrada del templo. Me cuentan que me agarré al vestido de mi madre y lo que sí recuerdo es que una señora que tenía al otro lado, creo que fue una vecina del colmado d’en Ripoll, se agachó y me dijo que no me espantara, que aquellos señores venían “a fer música i una bona cantada”. Era la esquadra de caramellers. Ahora diría que su tonada era hermosa, festiva y en cierta manera provocadora en el estrépito que montaban sólo tres hombres. Vestidos de negro, graves y a buen paso, avanzaban por el pasillo central. Yo miré al cura que, a su vez, los miraba a ellos desde el presbiterio. Pensé que los sacaría a cajas destempladas de la iglesia, pero no señor. Aquello entraba en la función. Redoblaba el tambor, sonaba la flauta, sobresalía el poderoso y seco trac-tracatrac-trac de las castañuelas y se oía de fondo un leve y metálico tintineo. Al llegar al altar, pararon en seco, hicieron una respetuosa reverencia y se sentaron en tres sillas que tenían preparadas. Empezó la misa y, tras leer el Evangelio, mossènyer se sentó, los hombres se levantaron y empezaron la tonada, a tocar y a cantar, primero uno, luego otro y después todos a la vez. Yo, entonces, no entendí nada de nada. Y tardé mucho en saber de qué iba la cosa. Fue en el año sabático que pasé en el Seminario Conciliar. En la biblioteca encontré siete hojas que amarilleaban y que todavía conservo, con distintos ‘gozos’, cada uno dedicado a un santo. Yo pensaba que sólo existían los dedicados a la Virgen en las Navidades y a la Resurrección en la Pascua -los que conocemos en Ibiza-, pero vi que había muchos otros. El caso es que, al releerlos ahora, descubren curiosos detalles. Uno de ellos es que la alabanza y la confesión de fe que en todos ellos se hace, busca siempre una cierta compensación, sea el bien morir y, por supuesto, ir al cielo a tocar el arpa en vez de tostarse en el infierno. Aparece, en fin, la función milagrera o mágica del gozo que, se dice con devoción, sí, pero para conseguir un favor, alivio para una dolencia o una buena cosecha. Recojo unos ejemplos. He aquí lo que leo en el Goig de Sant Pere Apòstol, advocat contra lo mal de ràbia: “Vostra gran benignitat / experimenta esta terra / puig ningú de mal de ràbia / jamai s’ha vist atacat / que vos haja visitat”. Y el dedicado a Sant Sebastià era, según parece, mano de santo para “trencats, coixos i tulits, / tifòdics, tísics, leprosos, / paralítics, sords, febrosos, / caiguts, cegos i ferits / i en dones, parts perillosos”. Y luego está el tópico gozo que reclama lluvia y que recuerda la cancioncilla infantil, ‘que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva. Dice así: “De les aigües tresorera / Déu vos volgué destinar / per promptament remediar / al sedent que en Vos espera; / tothom està consternat / lo llanto un rec formaría. / Aigua envieu-nos Maria, / en esta gran sequedat”.

Los genuinos

Parece que las ‘cantades dels goigs’ no eran siempre litúrgicas y de carácter religioso. Sería interesante saber si en el pasado pudieron tener en nuestras islas, como en otras geografías, formas menos ortodoxas que se hacían acudiendo al vecindario y conseguir una compensación que era del todo obligada. Es el caso, por ejemplo, dels Goigs de la Misèria: “Correu, canteu, nois i noies, / vells i velles, grans i xics, / veniu tots i farem colles / alegres i divertits. / Avui m’ha donat la dèria / de cantar la fam que tinc / los goigs de Santa Misèria / que és germana de Sant Prim. // La collita dels pagesos / se’ n’ha anat al botavant / i avui ja fa molts de mesos / que per tot pregàries fan. // Si no plou, quina tragèdia! / Pensar-ho fa esgarrifar / perquè la Santa Misèria / a molts de fam matarà. // Ja no puc sortir de casa / per falta de pantalons / tinc la brusa foradada / i el calçat sense talons. // A casa hi ha teranyines / i no tinc ni un pa a la post / les cadires fan tintines / i els càntics no tenen brocs. // Ara espero em donin roba / d’un vell que està agonitzant / encara que no és de moda / i m’estigui un poquet gran. // Abans quan les cinc tocaven / l’alegre treballador / de seguida el llit deixava / i es posava els pantalons. // Els badalls que llavors feia / eran tal volta de son / avui són de la misèria / perquè ni menja ni dorm”. Estos gozos que parecen salirse de madre puede que fuesen los genuinos y anteriores a los litúrgicos, al fin y al cabo la ‘caramella’, más que la ‘cantada’, es el instrumento, una rústica caña que utilizaban los pastores para acompañar sus canciones. Y ‘els caramellaires’, en origen, fueron pastores que hacían ‘rondalles’ que luego pudieron adquirir un sentido oracional y pasar a festejar las Navidades o la Pascua.

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