La Tierra provee lo suficiente para satisfacer las necesidades de cada hombre, pero no la avaricia de cada hombre
Las playas situadas en las inmediaciones de Santa Eulària, al norte de la población, se caracterizan por su costa baja, libre de acantilados, aunque se hallan urbanizadas en su mayor parte hasta primera línea de mar. Una de las escasas excepciones es Cala Pada, una orilla familiar en la que se han criado, a lo largo de los años, numerosos niños de la zona y también los hijos de los turistas con una larga tradición de veraneo en la zona.
Aunque el entorno se halla repleto de edificios, tal y como ocurre también en las playas cercanas de s’Argamassa, al este, y es Niu Blau, al oeste, la muralla vegetal que proporcionan los pinares situados a cada flanco del arenal aporta una sensación de naturaleza e intimidad que, hoy por hoy, resulta inédita en los alrededores. En la orilla sólo hay un restaurante, una escuela de buceo y algún pequeño servicio turístico más, así como cinco varaderos blanqueados al pie del bosquecillo del lado de levante y un muelle que se adentra cerca de treinta metros en el mar, ya que la orilla es poco profunda y sólo así las golondrinas que enlazan con es Canar, en un sentido, y con Santa Eulària, Cala Llonga e Ibiza capital, en el otro, pueden amarrar para embarcar y desembarcar pasajeros. En temporada alta lo hacen cinco veces al día por trayecto.
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Las operaciones de llegada y salida se desarrollan en pocos minutos y el resto del tiempo los chavales utilizan el muelle como parque temático, desde el que tomar una interminable carrerilla y lanzarse al mar. El fondo va cambiando, con arena en el centro y sendas plataformas de roca plana en los laterales, que se extienden hasta más allá de la olla que esboza la ribera y que abraza un escalón de tierra almagre.
Antaño, entre los recovecos de las rocas mojadas, se asomaban los cangrejos, y los pescadores transitaban con frecuencia frente a la cala, rompiendo el silencio con el petardeo rítmico de sus motores, que llegaba a oleadas empujado por el viento.
El pinar que envuelve la rada siempre ha proporcionado una sombra impagable para echarse la siesta tras un almuerzo en el chiringuito. El del lado de levante, sin embargo, parece tener los días contados. En 2019, el Tribunal Supremo echó atrás la decisión del Ayuntamiento de Santa Eulària, que lo había desclasificado como suelo urbano, y el año pasado, cumpliendo con esta sentencia, volvió a recalificarlo para que se pudiera urbanizar parcialmente.
Por el momento no ha trascendido el tipo de proyecto que se pretende desarrollar allí, pero atendiendo a la corriente que impera, y que consiste en erigir viviendas o alojamientos turísticos de lujo, orientados a adultos sin niños, como por ejemplo ha ocurrido en Cala Llonga con las últimas remodelaciones hoteleras, es probable que también Cala Pada deje de ser la playa familiar que ha sido siempre. El progreso y la evolución de los ambientes y paisajes es algo inevitable, pero no por eso resulta menos doloroso.
La imagen del futuro
En la fotografía que ilustra esta página puede apreciarse un velero que abandona la cala. El pinar afectado por la recalificación urbanística es el que está situado justo detrás, con los varaderos blancos al pie de los árboles. Si los planes constructivos que afectan a esta zona finalmente salen adelante, esta postal cambiará sustancialmente, sustituyendo el verdor actual por otra línea de hormigón en la costa.
(*) Cofundador de www.ibiza5sentidos.es, portal que recopila los rincones de la isla más auténticos, vinculados al pasado y la tradición de Ibiza