‘Poderes terrenales’: ‘Best-seller y, sin embargo, obra maestra de Anthony Burgess

«El mundo es un sitio más lúcido y luminoso tras la publicación de ‘Poderes terrenales’, un festín de aliento imaginativo e inteligencia que eleva la idea que teníamos del ‘best-seller’ y la ficción», George Steiner

Anthony Burgess

Anthony Burgess / DI

Miguel Ángel González

Miguel Ángel González

El 29 de noviembre del 1982 asistí a la presentación que Anthony Burgess hizo en Barcelona de su última novela, ‘Poderes terrenales’. José Mª Valverde, maestro de ceremonias, nos hizo ver que algunas ocasiones -y era el caso- una obra maestra podía convertirse en best-seller. Nos recordó también el flaco favor que Stanley Kubrick le jugó al escritor cuando llevó a la pantalla, ‘La naranja mecánica’, que muchos calificaron obscena y brutal, pero que con el éxito que tuvo ensombreció la prolífica obra de Burgess, más de 70 títulos entre novelas, obras de teatro, poesía, guiones de cine, traducciones, ensayos, dietarios y biografías. 

Hoy sabemos que el escritor llamó traidor a Kubrick por hacer pornografía de su novela y exagerar sus pasajes más escabrosos, hecho que contribuyó a que se le malinterpretara, siendo que su crudeza buscaba lo contrario, provocar el rechazo de toda violencia. El escándalo de la película fue un sambenito que Burgess arrastró toda su vida. Tanto es así que se arrepintió públicamente de haberla escrito, pero no sin lanzar indignado una pregunta: «¿Puede alguien pensar que se aplaude la violencia cuando se presentan imágenes de Auschwitz? ¿No puede ser antibelicista una película de guerra? ¿No puede ser una película de gansters un alegato contra mafias y asesinatos?».

John Anthony Burgess Wilson (1917-1993) fue un tipo especial. Su madre, Elizabeth, era una cantante y bailarina de salón a la que por las noches acompañaba al piano su marido, Joseph Wilson, que durante el día vendía puerta a puerta enciclopedias. En aquel contexto, no especialmente favorable, Anthony apunta maneras. Siente pasión por la música y a los 18 años compone su primera sinfonía. Estudia Literatura en la Universidad de Manchester y como músico crea sinfonías, sonatas y conciertos, alcanzando justa fama como compositor. Los seis años que pasa en el Ejército le apartan de la música y de su destino en Borneo y Malasia surge su celebrada ‘Trilogía Malaya’. 

Facilidad para los idiomas

En 1950 regresa a Gran Bretaña y se dedica por entero a escribir. Como dato curioso cabe apuntar su extraordinaria facilidad para los idiomas. Habla inglés, francés, alemán, español, italiano, japonés, ruso, malayo y entiende a suecos, chinos, persas, griegos y hebreos. También es excepcional su dominio del lenguaje. Inventa el habla del hombre prehistórico en la película ‘En busca del fuego’ y el nadsat, la jerga que los jóvenes hablan en ‘La naranja mecánica’. Imaginativo como pocos escritores, nos deja el relato más inquietante y breve que conozco de ciencia ficción: «Aquella mañana, el sol salió por el oeste». 

Entre sus obras traducidas en nuestro país tenemos ‘1985’ -que alude a ‘1984’, la novela de Orwell-, ‘Vacilación’, ‘El Reino de los réprobos’ -tal vez la mejor novela histórica sobre los tiempos de Calígula y Nerón-, ‘El pequeño Wilson y el gran Dios’, ‘Miel para los osos’, ‘El fin de las noticias del mundo’, ‘El hombre del piano’ y, por supuesto, su título de mayor aliento, ‘Poderes terrenales’ que tanto elogia Steiner. 

De ella doy un apunte que espero sirva de aperitivo. En 1958, a la muerte de Pio XII, va a ser canonizado Gregorio XVII, transposición de Juan XXIII, y el Vaticano, que necesita evidencias de su santidad, envía a un arzobispo a visitar a un novelista homosexual, amoral, anárquico, agnóstico, racionalista y apóstata, Kenneth Toomey, que dice haber presenciado un milagro del futuro Papa. Toomey le explica a Monseñor la sanación por la oración de un niño enfermo y desahuciado, hecho que le da pie para explayarse en la oblicua y dilatada biografía del sacerdote que será Papa, historia que nos embarca en un fascinante recorrido por todo el convulso siglo XX. Toomey también le explica al arzobispo que aquel niño sanado, ya mayor, es el jefe de una secta religiosa que arrastra a sus fieles a un suicidio en masa. Y aquí entra en juego el propio Burgess que se hace una pregunta: ¿A qué juega un Dios omnisciente permitiendo la curación de quién será un asesino? ¿Acaso el Bien genera el Mal? 

Este sencillo pretexto nos encara al insoluble enfrentamiento de lo divino y lo humano, lo santo y lo profano, el Bien y el Mal, la evidencia, en fin, de un Dios indiferente y desaparecido. El escenario de la novela es el caótico siglo XX, un sombrío catálogo de horrores, un paisaje diabólicamente descompuesto con el Holocausto, dos Guerras Mundiales, el fracaso de la religión… «Como novelista –comenta Burgess- tengo derecho a ser ecléctico y maniqueo en sentido amplio. Creo que la dualidad del Bien y el Mal, Dios y Demonio, razón y fe, espíritu y mente, son las realidades con la que tenemos que lidiar. Pero la coexistencia ad eternum del Bien y el Mal, de Dios y el Demonio enfrentados, de Cielo e Infierno como buenos vecinos, sería el fracaso de Dios, una dicotomía que no se sostiene». 

El Santo y el pecador

Lo importante y original de ‘Poderes terrenales’ es que, al cerrar la última página, no estamos seguros de quién es el pecador y quién el santo. Burgess presenta con inteligencia más preguntas que respuestas y el lector, atrapado y perplejo, tiene la impresión de que un Diablo invisible baila en la novela un minué pasado de revoluciones. ‘Poderes terrenales’ es, en fin, un divertimento teológico explosivo sobre el siglo XX que pasa revista a cuestiones que en nuestra condición humana son determinantes. Se trata, en resumidas cuentas, de una novela de excelente literatura que invita a la reflexvión y divierte. Con guiños de humor y rabiosamente actual. Nos topamos con personajes reales como Rilke, Keynes, Henry James y un Hemingway disparatado que alardea de sus imposibles amores con Mata Hary. La conclusión a la que llegamos es que ‘Poderes terrenales’ es una novela grande y de trasfondo agustiniano, una extraordinaria novela que devino best seller. Y para que a nadie le frenen sus mil páginas, una pequeña precisión. Hay dos clases de novela larga: la mala novela larga es la novela corta que dura demasiado, mientras que la buena novela larga es la que lo es por necesidad. En el caso de ‘Poderes terrenales’ es una suerte que sea larga, porque es una buena novela.