El próximo 12 de febrero se cumplirán 450 años de la construcción de la iglesia de Santa Eulària... oficialmente. Porque la fecha concreta no está muy clara. Al menos, quien es la máxima autoridad en estos asuntos, el canónigo archivero y delegado diocesano de Liturgia y Patrimonio, Francesc Xavier Torres Peters, no está totalmente convencido de que esa sea la fecha exacta.

¿En qué se basan los historiadores para reclamar el 12 de febrero de 1568 como el día en que el templo fue bendecido? En un fragmento de uno de los 'Llibres d'Entreveniments' (los principales registros de la actividad ordinaria de la parroquia de Santa Maria de Ibiza entre de 1528 a 1785) que citó el canónigo archivero Isidor Macabich. Pero encontrar casi 100 años más tarde ese documento no ha sido tarea fácil: «Para hallarlo me las vi y las deseé. Incluso empecé a dudar de que ese fuera el año correcto. Isidor Macabich habla de los 'Entreveniments' y dice, como es verdad, que los libros entre los años 1564 a 1575 han desaparecido. ¿Y cómo pudo entonces dar una nota del 1568, año que está justo en medio y del que no hay libros?».

Después de una semana de rebuscar en el Archivo de la Pavordía ibicenca, al final dio con el papel original, suelto entre otros muchos: «Se trata de una nota escrita en catalán del 12 de febrero de 1568, fiesta de Santa Eulària, en la que se dice que se cantó allí una misa, en el Quartó del Rei, en la iglesia nueva», explica Torres. Pero ojo: «Eso no quiere decir que ese día fuera bendecido el templo. Ni mucho menos. Ese día se canta la misa de la patrona titular de la iglesia. Con lo cual, podría ser, perfectamente, que se hubiera acabado el edificio antes, probablemente en septiembre de 1567. Si se califica de nueva, podemos dar varios meses de margen para que lo fuera».

«Más simbólico que exacto»

Es decir, «el aniversario de los 450 años es algo más simbólico que exacto y real, pues, seguramente, se bendijo antes». Ese documento sólo es «la primera constancia de que hay una iglesia nueva en Santa Eulària».

Porque hubo otras anteriores. «La historia de la iglesia de Santa Eulària es un poco incierta», avisa el historiador ibicenco. «Se puede intuir, pero no demostrar, que existiera un lugar de culto paleocristiano previamente», si bien sí «se encontraron restos de una basílica al lado del río», la església vella. A su juicio, «del mismo modo que hay lugares de culto paleocristianos en Santa Agnès, no sería descabellado pensar que también lo había en Santa Eulària y que, además, estuviera dedicado a la santa Eulària».

De hecho, el nombre de ese topónimo ya aparece «en la cartografía más antigua que se conserva, la Carta Pisana, de 1258-1291. Eso quiere decir que muchísimo antes, probablemente antes de la conquista [año 1235], ese topónimo ya existía». En esa carta aparece como «Santa Larya».

La mención más antigua

Y la primera noticia de Santa Eulària como topónimo es de 1276: «La encontré en el 'Capbreu del Llibre Verd de Tarragona', donde se hablaba de un molino que había en esa parte de la isla de Ibiza. Cabe suponer que ya existía una capilla, porque en 1309 se menciona ya claramente en el testamento de Llorenç de Marsella, donde deja un legado para la iglesia de Santa Eulària». Es un templo «al que siempre llaman ermitaño, porque debía ser como una ermita, pequeño, tipo de conquista: cuatro paredes, dos arcos fajones y una cubierta a dos aguas de madera. Y se acabó», explica el canónigo.

Sesenta años más tarde, en 1338, Ramon Arabí fundó en esa iglesia un beneficio (derechos y emolumentos que obtiene un eclesiástico de un oficio o de una fundación o capellanía) para que un sacerdote la atendiera constantemente: « Notarialmente, dejó una suma importante de dinero para que se pudiera invertir y, con los réditos anuales de los préstamos, se sustentara al sacerdote y las cargas de ese beneficio, por ejemplo si tenía que encender cirios».

En 1342, recuerdan «a un tal Bernat de Quart que solo puede dar misas allí. Claro, la gente, si quería comulgar, confesarse o cualquier otro sacramento, tenía que acudir a la parroquia de Santa Maria de Ibiza, para no privar los derechos de esa parroquia». Es decir, que debía limitarse a su cometido y dejar que otros cobraran: «Por cada cosa se pagaba. Señalan al religioso que solo en caso de necesidad, por ejemplo si hay un moribundo, le podía confesar y dar el viático. Pero sólo en casos de necesidad». Allí envían, en 1344: a un párroco que, «por estatuto, debía estar en la parroquia», pero que acaba en Santa Eulària: «No sé si por quitárselo de en medio o por ahorrarse un sueldo», indica Torres. Ya a finales del siglo XIV y principios del XV, «hay constancia de distintos priores, que no son sacerdotes, sino seglares a los que paga la Universitat un salario anual, no mucho, para cuidar del templo».

¿Y dónde estaba aquella iglesia? No en el Puig de Missa. Todavía no. «Todo apunta a que la primera construcción estaba en el lugar conocido como s'Església Vella, al lado del mar», en sa vénda d'Arabí de Baix. «Allí hay unas ruinas. Insistimos desde hace tiempo todos los interesados en el tema en que se excave. Parece que había por allí un cementerio y restos romanos o quizás paleocristianos. Es algo que se debe estudiar arqueológicamente».

Destruida por el Damnat

Pero lo que sí se sabe, gracias a las investigaciones recientes de Torres Peters, es que «en el año 1423, esa iglesia vieja fue destruida y quemada por quien en esa época llamaban el 'perro moro', el Damnat de Almería, que entonces era aún parte del Reino de Granada. Allí había un exaltado, un yihadista de la época, que se hacía llamar profeta, al que los cristianos llamaban el 'perro moro' o el Damnat de Almería, el condenado de Almería». Armaba barcos para causar terror por las costas valencianas y baleares. «Cautivaba gente -añade Torres- y sembraba la destrucción. Se presentó con ocho barcos cargados con medio millar de moros. Permanecieron 15 días a placer por Ibiza, rapiñando. Hizo 192 cautivos y quemó la iglesia de Santa Eulària». Aquel fue «un punto de inflexión» para la iglesia: de estar junto al mar, expuesta, sin ser fortificada y en una época en la que empieza a haber artillería, se busca un lugar más alto y más defendible, el Puig de Missa.

«En ese momento debieron decidir también la construcción de las iglesias de Sant Jordi y de Sant Miquel, que son de mediados del siglo XV y que, además de lugares de culto, lo eran de refugio y defensa», comenta el historiador, que asegura que «la leyenda de que se la tragó la tierra no se aguanta por ninguna parte». De hecho, «no hay ningún autor que antes de mediados del siglo XX hable para nada de eso».

Ya en la documentación de finales del siglo XV hay una duplicidad: se habla tanto de la iglesia vieja como de la nueva. «Eso deja claro que hubo un cambio de emplazamiento», a juicio de Torres. Pero en 1554 se produce un ataque turco: «Niños y mujeres se refugiaron en su interior, pero consiguieron tirarla abajo, pese a estar fortificada. Estropearon mucho el edificio, lo que les hizo replantear una reedificación.

Tras cantarse por primera vez la misa de la patrona el 12 de febrero de 1568, «el cura, que era un beneficiado, sólo iba allí los domingos y los festivos a dar la misa y explicar doctrina cristiana, así como en Cuaresma para confesar. Pero el resto de los días permanecía en Vila». Porque no es hasta 1662 cuando el arzobispo eleva las iglesias de los quartons a la categoría de vicarías: «Antes eran sólo capillas auxiliares. No tienen ningún estatuto. Desde ese año, los vicarios lo son por oposición y ya residen allí».

El domingo 11 de febrero también se consagrará por primera vez la iglesia. Se ungirán los pilares y otras partes del templo con el crisma, el mismo que se usa para la ordenación sacerdotal o para el bautismo y la confirmación: «Es una forma de señalar que aquello es sagrado y para el culto a Dios», explica Torres. ¿Y por qué no se hizo antes?: «La única iglesia que he encontrado que se consagró en su momento fue la de Jesús, cuando se hizo la ampliación del presbiterio. Las otras, al ser capillas o templos auxiliares, no pensaban que tuvieran entidad suficiente como para ser consagradas. Se bendecían y punto».