Opinión | Una ibicenca fuera de Ibiza

4 veces fango

Carta a Pedro: Antes que nada, me disculpo por tutearte, pero desde el mayor de los respetos, la visceral humanidad en tu carta me incapacita para sostener las a veces frías reglas de etiqueta. Permítamonos, pues, ser humanos.

Como bien dices, no es en absoluto habitual que escribas, ¡cómo no parar el reloj y leerte! Y después... contestarte. A ti. Porque la respuesta a la pregunta que planteas: “Llegados a este punto, la pregunta que legítimamente me hago es ¿merece la pena todo esto? Sinceramente, no lo sé”, está ya en tu propia carta, de tu puño y letra: “Si debo continuar al frente del Gobierno o renunciar a este alto honor. A pesar de la caricatura que la derecha y la ultraderecha política y mediática han tratado de hacer de mí, nunca he tenido apego al cargo. Sí lo tengo al deber, al compromiso político y al servicio público”.

Devolviéndote la franqueza en tus letras te confieso que no te voté en ninguna de las ocasiones en que has resultado nombrado presidente de España, desde aquella moción de censura que retirara a Mariano Rajoy del cargo por la ignominia de un PP convertido en el primer partido en el Gobierno condenado por corrupción. Parece que fuera ayer pero sigue siendo hoy: la corrupción es hoy. Pero en esta simbólica elección que se nos presenta ahora: que sigas o no al frente del Gobierno Progresista investido con el respaldo de 12,6 millones de españoles, mi humilde voto es ‘sí’. Se llama democracia. Así de fácil nos ponen a veces tomar partido...

“Necesito parar y reflexionar”. Hazlo. Y ojalá esta reflexión sea extensible a todos, especialmente a quienes tienen un cargo político, público y todavía más a quienes teniéndolo, lo manchan y permíteme no dedicar mucho más tiempo a la infame denuncia que el propio denunciante, el pseudosindicato Manos Limpias, ante la trascendencia de los hechos se ha apresurado a recoger cable admitiendo la posibilidad de que su denuncia “se base en noticias falsas”, pasándole la pelota de la vergüenza al Ilustrísimo Juan Carlos Peinado, con la Fiscalía pidiendo el archivo ante la ausencia de indicios de delito que justifiquen la incoación de un procedimiento penal. El enésimo caso de “Es burdo pero voy con ello”, “Difama, que algo queda”. A veces cuando el río suena... solo lleva piedras. De nada sirve lamentarnos, y al contrario, es urgente crear las medidas para contenerlos.

Hay dos partes en tu carta que me han llamado la atención de manera especial. La primera: el fango. Escribes 4 veces ‘fango’. Y no es casual. Las palabras importan. “Sin ningún rubor, el Sr. Feijóo y el Sr. Abascal, y los intereses que a ellos les mueven, han puesto en marcha lo que el gran escritor italiano Umberto Eco llamó ‘la máquina del fango’. Esto es, tratar de deshumanizar y deslegitimar al adversario político a través de denuncias tan escandalosas como falsas”.

El propio escritor decía en Salvados “La máquina del fango toma formas muy curiosas. Para deslegitimar a alguien no es necesario sugerir que ha asesinado a su abuela, es suficiente decir que ha hecho algo normalísimo, pero creando una sombra de sospecha. Ha habido una terrible caída moral en el campo de la información pública. Es así. ¡A la gente tanto le da! El auténtico fango es esta pasividad de los consumidores de noticias”.

Menudo retrato hace Eco sobre estas dañinas artes que brotan cada vez con más violencia desde las cloacas políticas. Sobre quienes asumen como oficio la propagación de titulares incendiarios, sembrando sospechas, equiparando la nada a delitos confesos. Pero también señala la responsabilidad del lector que transita por los lugares donde anida el bulo. Todos ellos cómplices necesarios de la destrucción sistémica de la verdad y de la democracia. De nuevo, ¿maldecirlos, o poner límites?

Y esto me lleva a ese segundo rincón en tu carta: “Muchas veces se nos olvida que tras los políticos hay personas. Y yo, no me causa rubor decirlo, soy un hombre profundamente enamorado de mi mujer que vive con impotencia el fango que sobre ella esparcen día sí y día también.” Y más que por el amor —una es romántica ¡qué se le va a hacer!— por cuanto tiene de humano… Saltando de la Italia de Eco a esta España mía, esta España tuya, esta España nuestra, he recordado cuando en una entrevista preguntaron a Elvira Sastre por la historia tras uno de sus versos más famosos: “Te vi follar y fallar y no sé cuándo me gustaste más: cuando te contemplé proclamándote diosa o cuando te observé confesándote humana.” Y ella respondió: “Es fácil contemplar a alguien en sus más altas miras, porque es como a todos nos gusta mostrarnos. Sin embargo, cuando alguien está derrotado y deja la puerta ligeramente abierta para que entres, cuando te da ese beneficio, ese permiso inconfesable… el espectáculo íntimo es maravilloso”.

Y eso es lo poco que tengo para decirte: Que en la democracia, en el honor, en el compromiso político, en el servicio público, ¡en la humanidad…! Sí creo.

Atentamente,

@otropostdata

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