Opinión | desde la marina

Las leyes no siempre son justas

De fora vingueren que de casa ens tragueren. Ha vuelto a pasar. La Autoridad Portuaria de Baleares se pasa por el arco de triunfo el buen hacer del Club Náutico ibicenco y sus casi cien años de historia. Prefiere hacer ‘caja’. Prefiere la puta especulación. Paso a paso, ha convertido nuestro viejo puerto en un descarado y mayúsculo negocio en el que los ibicencos no cuentan para nada. El mercadeo de siempre. Todo en la isla está en venta y se lleva el gato al agua quien pone más ‘pasta’ sobre la mesa. Un juego perverso en el que don Dinero se carcajea con desfachatez del arraigo popular y el sentido social que ha tenido siempre en Club Náutico ibicenco. Al amparo de normativas y leyes injustas que nos dejan a los pies de los caballos y destruyen impunemente lo que nos identifica, la isla es ya tierra de nadie o, más precisamente, tierra de unos pocos que exprimirán la isla hasta dejarla seca. Pero una cosa está clara, cuando no se puede competir en igualdad de condiciones, cuando manda la ‘cartera’ y no la razón, cuando salta por los aires el sentido común, sólo nos queda pasar a la protesta, manifestar de manera radical, pertinaz y colectiva, nuestra disconformidad y nuestra indignación. Es nuestro derecho.

Los argumentos que da la Autoridad Portuaria dan vergüenza: «La oferta de Puertos y Litorales Sostenible es la más ventajosa presentada a concurso», es decir, que no hay más criterio que la rentabilidad. No hay más razones que valgan. Es evidente que a la APB le importa un pimiento el buen hacer del CNI y lo que quiere y defiende la ciudadanía de a pie. Las normativas y leyes que apoyan estos desaguisados no buscan el bien público, no están al servicio de la población. Son las leyes de la selva en las que gana el más fuerte. Hacer dinero a toda costa tiene un nombre, salvajada de manual. Pero dudo que acabe aquí la cosa. Está por ver si la ciudadanía se resigna, está por ver si las instituciones y la sociedad ibicenca se dejan pisotear. Es posible que no sea suficiente combatir judicialmente el despropósito y que tengamos que soportar tres años de desvaríos; y puede que no podamos armar una contraoferta financiera efectiva, pero nadie puede impedirnos ejercer una protesta y reclamación popular. Masiva y continua. ¡Salvem ses Salines! es un grito que puede repetirse.

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