Concierto

La música de Lady Whistledown en Ibiza

‘Los Bridgerton’ suenan en Can Ventosa y algunos de los asistentes no pueden dejar de acompañar, con rítmicos toques de tacón, las modernas melodías pasadas por el tamiz de principios del siglo XIX

Marta Torres Molina

Marta Torres Molina

El sudor resbala por las mejillas de Ramsés Puente. Un rizo golpea rítmicamente la frente de Carlos Vesperinas. Un mechón se escapa del moño de Astrid Canales. Al salón de la reina Carlota apenas han llegado aún los invitados, pero los tres músicos de Ibiza String Ensemble se dejan la piel. A sus pies, a apenas unos metros de los pomos de flores, el clave, el biombo, el espejo dieciochesco y las columnas, y a varios siglos de distancia, el patio de butacas de Can Ventosa está lleno a rebosar. Los músicos tocan, que para eso les han contratado en ese baile de inicio de la temporada de las debutantes londinentes al que llegarán, en algún momento, jóvenes casaderas y por el que hace tiempo que ya ronda Lady Whistledown, cuya voz se deja oír entre los comentarios de los músicos.

‘Los Bridgerton’ suenan en Can Ventosa y algunos de los asistentes no pueden dejar de acompañar, con rítmicos toques de tacón, las modernas melodías (Billie Eilish, Taylor Swift, Ariana Grande, Maroon 5, Beyoncé…) pasadas por el tamiz de principios del siglo XIX. Brocados y encajes transformando la música del siglo XXI. Violín, viola y chelo como billetes a un tiempo pasado sin perder de vista el presente.

Raquel Ortiz y Marta Torvisco, en plena actuación. |

Raquel Ortiz y Marta Torvisco, en plena actuación. | / marta torres molina

Y tan presente. ‘Los Bridgerton’ de Vesperinas, Puente y Canales no viven en el Londres de la Regencia, sino en una Eivissa distópica y, al mismo tiempo muy real. Una isla en la que la gente baila «en los salones de Lady Amnesia» hasta altas horas de la madrugada, donde al único médico —«¿Aún nos queda uno?», pregunta, irónica, la violista— no le ha quedado más remedio que vivir en una habitación que la Reina Carlota le ha habilitado «en el viejo hospicio». El violinista confiesa que paga 25.000 libras por una habitación y el chelista se le suma explicando que a él no le queda otra que vivir en las afueras y desplazarse a la ciudad todos los días a bordo de un globo aerostático.

Ramsés Puente (violín), Carlos Vesperinas (chelo) y Astrid Canales (viola) interpretan el último tema. | FOTOS: HELENA LUZÓN

Ramsés Puente (violín), Carlos Vesperinas (chelo) y Astrid Canales (viola) interpretan el último tema. / Helena Luzón

El público sonríe, y ríe, con los comentarios de los músicos. Aplaude todas y cada una de sus piezas, cuyo compás siguen con la cabeza mientras tratan contener sus lenguas, dispuestas a tararear, aunque sea por lo bajini, las letras pop que tantas veces han cantado y que les transportan de la mano de las cuerdas y los arcos de Vesperinas, Puente y Canales, al mundo romántico y cruel de las intrigas y el amor de los hermanos más famosos de Netflix, que interpretan con no poca vis cómica Raquel Ortiz y Marta Torvisco. Algunos echan de menos esos tiempos con profusión de encajes y sin móviles. En primera fila, una de las asistentes no deja de grabar mientras en la segunda otra integrante del público está a tope con el whatsapp. En la quinta o la sexta salta un flash, un poco más atrás alguien almuerza un plátano y los niños charlotean, gritan, comentan en voz alta... En el escenario, Puente, Vesperinas y Canales siguen concentrados en su música, los arcos volando sobre las cuerdas, las gotas de sudor resbalando por las mejillas, el rizo golpeando rítmicamente la frente, un mechón fugándose del moño...

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